El lado invisible de las cosas
No sin
reticencia, los astrónomos han tenido que admitir que los nueve décimos de la
masa del Universo son inaccesibles a sus instrumentos. Así, en la Vía Láctea ,
la mayor parte de la masa tiene que encontrarse en un halo inmenso, exterior e
invisible. Los conglomerados y superconglomerados de galaxias también deben
contener más materia que la que aparece bajo la forma de estrellas visibles. De
qué se compone esa masa invisible: de "cadáveres" de estrellas, de planetas
gigantes, de huecos negros o de "cosminos"? Vivimos pues en un
universo-iceberg. Sin embargo, aunque las proporciones sean las mismas, hay una
diferencia considerable entre un iceberg y el Universo: se sabe de qué está
hecha la masa sumergida del iceberg, mientras que la naturaleza de la masa
invisible del Universo es un desafío a la imaginación.
"La
masa invisible del Universo", Trinh Xuan Thuan y Thierry Montmerle
De
espacios lisos y caras ocultas
En el
relato "Los dos reyes y los dos laberintos", Borges nos cuenta que un
rey de las islas de Babilonia mandó a arquitectos y magos a construir un
laberinto lleno de escaleras, puertas y muros, del cual ningún ser humano
pudiera salir vivo. El azar quiso que se hallara de visita en sus tierras el
rey de los árabes. Para burlarse de la simpleza de su visitante, el rey de
Babilonia, lo instó a entrar en su laberinto. El rey árabe vagó largo tiempo
sin rumbo, afrentado y confundido. Finalmente, suplicando socorro divino, pudo
dar con la salida. Entonces, le dijo a su vez a su anfitrión que él tenía otro
laberinto en Arabia y que, Dios mediante, se lo haría conocer algún día. A
penas llegó a su tierra, el rey árabe armó a su ejército e invadió con él al
reino de Babilonia. Tomó cautivo al mismo rey, lo ató a un camello y lo llevó
al desierto. Allí, el rey enemigo murió de hambre y sed.
Las
figuras de Borges se ubican siempre en estos lugares de indeterminación e
incertidumbre; en estas zonas de invisibilidad, zonas ciegas. Sus figuras se
desplazan por aquellos sitios a los que el conocimiento humano no puede
acceder, espacios de devenires inciertos y nómades: el infinito, los desiertos,
los espejos, los laberintos. Gilles Deleuze y Felix Guattari denominaban a este
tipo de lugares "espacios lisos", en oposición a las cuadrículas de
los "espacios estriados", cartesianos, mensurables y cartografiables,
con secuencias, causalidades e identidades específicas. En los espacios lisos,
al contrario, uno no sabe nunca a dónde va ni tampoco de dónde viene.
En su
poema "La luna", Borges nos cuenta otra historia: un hombre concibió
el desmesurado proyecto de cifrar todo el universo en un libro. Cuando luego de
ímpetus infinitos dio por fin por terminado su descomunal volumen, alzó los
ojos al cielo y vio un bruñido disco en el aire. Entonces comprendió que se
había olvidado de incluir en su libro a la luna. El lapsus en la memoria de
este escritor, que pretendía abarcar con palabras al universo, determinó que la
misma quedara fuera del sistema de su texto. La luna, nocturna y suplementaria,
creada por el dios sol para que lo reemplace durante las noches, con sus faces
siempre cambiantes y su lado oscuro.
Los
artistas reunidos en esta exposición, tematizan, al igual que Borges , esos
espacios lisos, extrasistemáticos, esas zonas de incertezas. En sus obras, se
verán cuestionadas tanto nociones como las de identidad ( Gustavo Romano) , la
linealidad del espacio-tiempo ( Jorge Macchi, , Patricia Pisani) , la relación
misma entre las cosas y las palabras (Miguel Rotschild) . Todos ellos se ubican
en zonas de interferencia de los sistemas de referencialidades absolutos.
Identidades, causalidades, linealidades, correspondencias adquieren aquí
direcciones variables y nómades.
La
ausencia de mapas
Demócrito
de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el
tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta
penumbra es lenta y no duele;
fluye
por un manso declive
y se
parece a la eternidad.
"Elogio
de la sombra", J.L.Borges
Penumbras,
eternidad, soledad, son todos lugares sin coordenadas, sin puntos cardinales a
partir de los cuales orientarse. En La leyenda dorada, Jácopo da Vorágine nos
cuenta que San Antonio, desde temprana edad solía retirarse al desierto para
seguir una vida de eremita. En su afán por descubrir al verdadero ser,
voluntariamente renunciaba a la compañía de sus semejantes, lo cual le
permitiría, según sus propias palabras, "liberarse de tres enemigos: el
oído, la palabra y la vista". Pero cuando por fin lejos del mundo de los
sentidos ya no había más que soledad y silencio, en ese lugar vacío, sin
límites ni dirección, Antonio descubrió que en vez de encontrarse con el ser,
se encontraba en cambio frente a frente con la nada. Fue entonces que, desde el
ilimitado fondo del desierto, empezó a ver surgir los monstruos y demonios
informes de su imaginación. Aterrado, blandía contra ellos su cruz, por qué no,
emblema perfecto de los puntos cardinales.
En su
conferencia sobre la ceguera, Borges comenta cómo en general los videntes
tienen la equivocada idea de que el mundo del ciego es un mundo negro. Él se
encargará de aclarar este error: "el mundo del ciego no es el del negro
que uno supone, sino que es el mundo de la indefinición."
Antonio
se dirigió al desierto buscando al ser. Demócrito de Abdera se arrancó los ojos
para poder pensar, creyendo que estos, en lugar de dar acceso al mundo visible,
estorbarían, en cambio, a la visión de la verdad. En su Ensayos Generales sobre
el Barroco , Severo Sarduy cita igualmente el ejemplo de los soberanos chinos
que se obturaban los sentidos con perlas para vedarse el acceso al mundo
exterior y volver a alcanzar así un estadío semejante a la no-vida anterior al
nacimiento. Se trata en este caso no sólo de lograr la desaparición de toda
posible iconicidad, sino de la impugnación misma de lo visual como categoría
privilegiada de conocimiento. Cerrar la puerta a toda percepción implica el
dejar al ser fuera e internarse en la indefinición más absoluta de ese lugar
inexplorado que hay detrás de nuestros ojos.
La cuestión es que, con ojos o sin ellos, el
hombre camina a tientas perdido en redes inextricables, creando en su recorrido
dibujos invisibles.
En su
libro El elogio de la sombra , Borges incluye dos poemas, uno llamado
"Laberinto" y el otro "El laberinto". El laberinto se
presenta como el símbolo por antonomasia de la falta de rumbo y de la
incerteza. En ellos, Borges habla de las largas soledades que van tejiendo y
destejiendo el hades de la vida.
Visiones
desde el otro lado
La idea
de un artista visionario no es nueva. Muchas veces le fue concedido al arte la
capacidad de ver aquello que no se ve, acceder al lado oculto de las cosas.
Derrida , por ejemplo, comparaba el lápiz del artista con el bastón del ciego,
recorriendo a tientas el espacio liso de la página en blanco. El artista parece
tener sus ojos en otro lado, parece estar viendo cosas que suceden en otro
lado, de la misma manera en que suele asociarse la ceguera a la visión de
aquello que a nosotros videntes no nos es presentado. Dicha visión no carece de
peligros. Recordemos sino lo sucedido al pintor que Abgar envió a Jerusalem
para pintar el rostro de Cristo. El rostro brillaba con tal resplandor que el
artista terminó por perder la vista. En su poema "Paradiso XXXI",
Borges señala cómo haber perdido el acceso a ese rostro, que permanecerá para
siempre oculto al hombre, es haber perdido la conexión con el infinito. La
divinidad misma es presentada aquí como rostro: el rostro de la Nada Sublime ,
el rostro de lo Otro irrepresentable, la cara de la luna, el elemento que
permanece irreductible a la norma clasificadora.
Pareciera
que aquel que logra un acceso al lado invisible de las cosas, termina de una
manera u otra privado de su vista. De hecho, sabemos que existe todo un mundo
detrás de los ojos cerrados. Para comprobarlo, no tenemos más que centrarnos en
la experiencia del sueño. Borges remitirá a ella en numerosas ocasiones. Famoso
es el ejemplo del sueño de Chuang Tsú y el de la mariposa, situado en ese
límite ambiguo entre sueño y vigilia, confusión e iluminación, visibilidad e
invisibilidad. También el del sueño de Coleridge. Aparentemente, este poeta
soñó su poema acerca del palacio de Kublai Khan y, siguiendo los designios de
su sueño, lo escribió en un pedazo de papel al despertar. Veinte años después
del sueño de Coleridge, salió publicada la primer versión occidental de la
literatura persa en Europa. En ella se mencionaba, al pasar, el hecho de que
Kublai Khan había erigido su palacio según un plano que había visto en un
sueño.
¿En qué
remoto y onírico lugar coincidieron Coleridge y Kublai Khan?¿Dónde se halla ese
lugar visitado una y otra vez por los que sueñan? ¿Por qué delicadas cornisas
transitan los sonámbulos? Nuevamente, nos encontramos ante la incapacidad de
fijar coordenadas. De una manera u otra, sin embargo, podemos asegurar lo
siguiente: el que sueña se encuentra en otro lado y ve otras cosas que aquel
que permanece en vigilia. El que sueña permanece sumergido en el lado invisible
de las cosas.
El
reflejo de lo invisible
Todo en
el mundo está dividido en dos partes, de las cuales una es visible y la otra
invisible. Aquello visible no es sino el reflejo de lo invisible.
Zohar,I,
39, reproducido en JL Borges , El libro de los sueños
Todo el
mundo está dividido en dos partes, dirá Zohar. Pero Borges nos habla de un objeto
que posee, en cambio, un solo lado. Había una vez un mendigo que recorría los
caminos diciendo que en otros tiempos él había sido rey.
Ando
por los caminos del desierto, pero aun soy rey porque tengo el disco, ¿quieres
verlo?
Abrió
la palma de la mano, que era huesuda. No había nada en ella. Estaba vacía.
-Es el
disco de Odín, tiene un solo lado. En la tierra no hay otra cosa que tenga un
solo lado.
"El
disco de Odín", J.L.Borges
Odín,
señor de los cielos nocturnos, caudillo del ejército de los muertos poseía en
tanto tal, la capacidad de descender al reino de los muertos para interrogarlos
y conocer sus secretos. De él se decía que era tuerto y que había quedado así
en su afán de adquirir nuevos conocimientos. ¿Era el anciano del cuento de Borges
el propio Odín? Al igual que este, él era un viajero. Además, una cicatriz
cruza la cuenca de su ojo izquierdo vacío.
Borges
citará numerosos ejemplos de cosas con lados prohibidos y lados falsos. El
bruñido espejo de Viento-y-Luna de Tsao Hsue-King, por ejemplo, sanaba
únicamente a aquel que se abstuviera de mirar su reverso. Bertrand Russell
poseía una hoja de papel donde podía leerse en ambas caras: "Lo que dice
al dorso no es cierto".
El
espejo de Viento-y-Luna, la hoja de papel de Russell , el disco de Odín y la
misma luna, todos ellos impugnarán las certezas, remitirán al lado nocturno y
secreto, a la deriva del viajero, a todo aquello que nos es inasible e
incomprensible. Nos harán recordar de qué manera toda imagen, toda palabra,
lleva a la nada pegada en su espalda.
De las
secuencias divergentes
¿Qué
errante laberinto, qué blancura
Ciega
de resplandor será mi suerte,
Cuando
me entregue el fin de esta aventura
La
curiosa experiencia de la muerte?
"Los
enigmas", J.L.Borges
Habíamos
visto el laberinto asociado a las nociones de inestabilidad y transformación.
Un laberinto remite siempre a fenómenos de la pérdida de la orientación, falta
de control respecto de un sistema topográfico trascendente, recorrido sin
mapas.
Hay
diferentes tipos de laberintos. Existen, por ejemplo, laberintos tanto de
espacio como de tiempo. En "El jardín de los senderos que se
bifurcan", Borges alude al universo tal como lo concebía Ts'ui Pen. A
diferencia de Newton y Schopenhauer , Ts'ui Pen no creía en un tiempo uniforme
y absoluto sino en infinitas series de tiempos divergentes, convergentes o
paralelos. En la superficie lisa del tiempo, una trama invisible se va
conformando, una telaraña de minutos, días, milenios.
Como en
la historia de "Los dos reyes y los dos laberintos", el laberinto del
tiempo tendrá aquí su contrapartida en el desierto del tiempo. El ciego, dirá
Borges , vive sumergido en un tiempo somnoliento que no marca ni aurora ni
ocaso El ciego no posee una medida a partir de la cual cartografiar su tiempo.
Otro desierto de tiempo será el de la eternidad, en la Ciudad de los
Inmortales.
Espaciales
o temporales, concéntricos, infinitos, del pensamiento o de la imaginación, la
obra de Borges está atravesada por laberintos. El laberinto como símbolo de la
búsqueda y de la angustia del hombre que parece caminar por su vida a ciegas. A
través de laberintos, busca su pasado, su destino y su sentido. Se busca a sí
mismo al igual que Lönnrot, el detective de "La muerte y la brújula",
que intentaba resolver los crímenes que se suceden en los distintos puntos
cardinales del enorme laberinto de la ciudad. Recién al terminar de trazar su
mapa pudo tomar conciencia de que, en realidad, todo el tiempo no había estado
buscando otra cosa que a sí mismo y a su propio destino. Los ejemplos se
repiten: el mago de Qaholom sospecha que el mensaje divino puede estar en su
propio rostro. En el “Acercamiento a Almostasim” las identidades del buscador y
del buscado terminarán por ser idénticas.
Telarañas
de piedra
El
jardín de los senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa,
del universo tal como lo concebía Ts'ui Pen. A diferencia de Newton y
Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en
infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos
divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan,
se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las
posibilidades.
"El
jardín de los senderos que se bifurcan", J.L.Borges
Olaf
Stapledon, uno de los autores que integra la Antología de la literatura
fantástica , se refiere a un cosmos inconcebiblemente complejo, en el cual cada
vez que una criatura se enfrenta con diversas alternativas, no elige una sino
todas, creando de este modo muchas historias universales del cosmos. Esta idea
será retomada repetidas veces por Borges en narraciones donde se plantea la
existencia de una pluralidad de mundos, de orbes que proliferan y se incluyen
una dentro de la otra, en un juego de cajas chinas. Borges propone una idea de
tiempo que se ramifica indefinidamente, sobre infinitos caminos que divergen,
convergen, corren paralelos, se entrecruzan, se bifurcan.
En
Charco de sangre , Jorge Macchi elabora igualmente, siguiendo la lógica de una
pesquisa, una obra en la que diferentes líneas narrativas van conformando el
trazado de una particular figura. ¿Se trata de una figura trazada por alguna
divinidad cuyos designios incomprensibles escapan a la contingencia del ser
humano? ¿Quién concibe en realidad estos diseños?
El
tiempo se ramifica en senderos infinitos o se escurre irremediablemente
dejándonos frente al vacío: un pasado perdido, un futuro incierto, un presente
ilusorio. Borges , igual que para Gastón Bachelard , utilizarán la metáfora del
agua. Esta ya no es concebida solamente como “el vano destino de las imágenes
huidizas, el vano destino de un sueño que no se consuma, sino un destino
esencial que sin cesar transforma la sustancia del ser.” La movilidad
heracliteana se manifiesta como una filosofía concreta y total.
Agua
como tiempo, como memoria, como lenguaje. Todos ellos fluyen, se nos escapan
entre los dedos, parecen diluirse sin dejar rastros duraderos, cambian
continuamente de apariencias. El agua, el cuarto elemento, el río, el océano,
nuevos espacios lisos.
En la
obra 32 Morceau d'eau , Macchi intentará cartografiar no ya el recipiente sino
el contenido del mismo. En un afán de poner forma a lo informe, se encarga de
presentar los 32 segmentos del río Sena, separados por los puentes según
aparecen representados en los mapas de París. Sólo que aquí los segmentos se
convierten en "pedazos de agua". La obra de Macchi pone al
descubierto el sinsentido que implica, de parte de cada cultura, intentar
establecer órdenes, sistematizar el flujo ininterrumpido, el eterno devenir del
ser. Michel Foucault se ocupó a lo largo de toda su obra del rastreo de estas
rejas lingüísticas y perceptivas. "Se trata de ver qué modalidades de
orden han sido reconocidas, puestas, anudadas con el espacio y el tiempo, para
formar el pedestal positivo de los conocimientos, tal como se despliegan en la
gramática, la filología, la historia natural y la biología, el estudio de las
riquezas, la economía política", decía Foucault en Las palabras y las cosas
.
Las
palabras y las cosas
En
Guzerat, a fines del siglo XVIII, un tigre fue Zahir; en Java, un ciego de la
mezquita de Surakarta, a quien lapidaron los fieles; en Persia, un astrolabio
que Nadir Shah hizo arrojar al fondo del mar; en las prisiones de Mahdí, hacia
1892, una pequeña brújula que Rudolf Carl von Slatin tocó, envuelta en un jirón
de turbante; en la aljama de Córdoba, según Zotenberg, una veta de mármol de
uno de los mil doscientos pilares; en la judería de Tetuán, el fondo de un
pozo.
"El
Zahir", J.L.Borges
Miguel
Rothschild retoma en sus Paraísos la idea de la fusión de la unidad con la
pluralidad, la idea de que lo múltiple puede ser igual al Uno de la misma
manera que, como en "La esfera de
Pascal", a la que alude Borges ,
el centro llega a estar en todas partes mientras que la circunferencia no está
en ninguna. Borges suele recurrir en numerosas ocasiones a la fusión de lo
uno en lo múltiple: los días, para Evaristo Carriego, transcurrían como si
fueran en realidad un sólo día; las tardes podrían resumirse todas en una sola
tarde; las esquinas de Buenos Aires, en una sola esquina.
Contemplando
la obra de Rothschild podríamos concluir que, en efecto, el paraíso puede estar
en cualquier parte, en todas partes. También podríamos concluir que, en
realidad, detrás del nombre nunca está lo que se nombra. Así, como decía
Cartaphilus en el cuento "El inmortal", cuando se acerca el fin sólo
quedan las palabras: "Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras
de otros fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos." El
paraíso, en esta segunda opción, se nos escurre detrás de los signos.
Presumo
que la eterna Leonidad puede ser aprobada por mi lector, que sentirá un alivio
majestuoso ante ese único León, multiplicado en los espejos del tiempo. Del
concepto de eterna Humanidad no espero lo mismo: sé que nuestro yo lo rechaza,
y que prefiere derramarlo sin miedo sobre el yo de los otros. Mal signo: formas
universales mucho más arduas nos propone Platón. Por ejemplo, la Mesidad , o
Mesa Inteligible que está en los cielos: arquetipo cuadrúpedo que persiguen,
condenados a ensueño y a frustración, todos los ebanistas del mundo.
"Historia
de la eternidad", J.L.Borges
Como
los ebanistas, aquellos que busquen al ser detrás de las palabras estarán
condenados al ensueño y al fracaso. Rothschild pone en evidencia, al igual que
lo hacía Odín con su disco, el lado oscuro del signo.
Nudos y
derivas
En
aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de
una sola Provincia ocupaba toda una ciudad y el mapa del Imperio, toda una
Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los
Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio que tenía el tamaño del
Imperio y coincidía puntualmente con él.
Suarez
Miranda, Viajes de barones prudentes, en JL Borges, Museo
En el
espacio estriado, dirán Deleuze y Guattari ,
los trayectos tienden a estar subordinados por
los puntos; en el liso, en cambio, los puntos serán los que estén subordinados
a los trayectos.
Así, en
el espacio liso, el trayecto provoca las paradas, mientras que en el estriado,
las paradas son las que provocan las diferentes trayectorias. Lo liso y lo
estriado se distinguen en primer lugar por la relación inversa del punto y de
la línea (la línea entre dos puntos en el caso de lo estriado, el punto entre
dos líneas en el caso de lo liso). El ser humano se encuentra perdido en una
red de formas intrincadas e infinitas que van armando una a una un mapa
misterioso, desconocido. Detrás de dicho mapa queda latente una reflexión
particular: ¿se trata de un espacio liso o de un espacio estriado? ¿se trata
del predominio de las líneas o de los puntos? ¿serán la frecuencia y longitud
de los trayectos de los individuos las que determinen el espacio o cabe pensar,
por el contrario, que lo contingente queda inscripto en una instancia superior
que los seres humanos no podemos vislumbrar?
En Las
cuatrocientas líneas, trayectos, Pisani presenta una serie de líneas dibujadas
a lápiz que se despliegan en todas direcciones. Plegadas como mapas y vueltas a
deplegar sobre una mesa, invitan a una búsqueda absurda. Pisani se centra en la
idea de mapa, sólo que aquí el espacio liso se resiste a dejarse estriar y las
líneas conforman itinerarios ciegos. Los trayectos confluyen y se bifurcan,
instaurando nudos, lugares de confluencia de caminos. Son lugares de enlace,
pero también, en tanto encrucijadas, lugares de elecciones que pueden llegar a
ser fatales. Los nudos marcarán los descansos a través de los diferentes
senderos recorridos a la deriva por el viajero.
Una de
las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo (…). Otra escuela declara que ha
transcurrido ya todo el tiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o
reflejo crepuscular, y sin duda falseado y mutilado, de un proceso
irrecuperable. Otra, que la historia del universo -y en ella nuestras vidas y
el más tenue detalle de nuestras vidas- es la escritura que produce un dios
subalterno para entenderse con un demonio. Otra, que el universo es comparable
a esas criptografías en las que no valen todos los símbolos y que sólo es
verdad lo que sucede cada trescientas noches.
" Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", J.L.Borges
A los
laberintos de espacio se le suman aquí también los laberintos de tiempo. El
hombre, decía Borges , está hecho de la sustancia de las horas. En "El
tiempo y J.W.Dune", señala que los teólogos definen la eternidad como la
simultánea y lúcida posesión de todos los instantes del tiempo. Nuevamente la
opción: ¿pluralidad de tiempos o eternidades? ¿O será que las eternidades no
son verdaderamente más que instantes? En Birth of Time, Pisani presenta 24
huevos que se activan, mediante un mecanismo de timer, cada hora. El huevo,
símbolo de la inmortalidad, marca de manera automática el paso de las horas,
día tras día, remitiendo a un tiempo cíclico, a un eterno retorno. A su vez, la
idea de que estos incesantes nacimientos estén condicionados por un mecanismo
maquínico, nos habla de un plan, de un proyecto, de la noción de un
predeterminismo que rige la vida, aun en su forma más primaria.
El
rostro de la nada sublime
Este
dios, previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y
ruinas, escribió el primer día de la Creación una sentencia mágica, apta para
conjurar esos males. La escribió de manera que llegara a las más apartadas
generaciones y que no las tocara el azar. Nadie sabe en qué punto la escribió
ni con qué caracteres, pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un
elegido.
"La
escritura de Dios", J.L.Borges
La
imagen de un orden superior que encierra un mensaje incomprensible para los
hombres será otro de los tópicos trabajados por Borges . Interesado por la idea
de una obra en la cual se encuentre escrito el sentido secreto del cosmos -idea
de origen hebreo, retomada por la filosofía occidental en el medioevo-, Borges
retoma la metáfora del Libro de la Naturaleza , el Libro del Destino o Libro de
Dios, que existiría desde los primeros tiempos de la creación y abarcaría
imperios, galaxias, generaciones. En este libro, la escritura es invisible al
ojo humano. Allí se halla escrito el destino de los hombres trazado por un
lápiz omnipresente y secreto. Sin embargo, existe otra posibilidad: que después
de todo, no exista sentido secreto alguno.
“Es
sabido que la identidad personal reside en la memoria y que la anulación de esa
facultad comporta la idiotez. Cabe pensar lo mismo del universo. Sin una
eternidad, sin un espejo delicado y secreto de lo que pasó por las almas, la
historia universal es tiempo perdido, y en ella nuestra historia personal -lo
cual nos afantasma incómodamente.”
dirá Borges en su “Historia de la Eternidad”.
En La
tarde de un escritor, Gustavo Romano trabaja sobre la compulsión del ser humano
por poner en palabras su vida, encontrando el hilo narrativo que de un sentido
a su existencia. Su obra remite tanto a esta necesidad compulsiva del hombre
como también a la misma imposibilidad de lograr el objetivo.
No hay
ser humano en la tierra capaz de declarar quien es, con certidumbre. Nadie sabe
que ha venido a hacer a este mundo, a que corresponden sus actos, sus
sentimientos, sus ideas, ni cuál es su verdadero nombre.
Leon
Bloy en JLBorges, "El espejo de los
enigmas".
En Huella,
Romano nos muestra una retroproyección de una huella dactilar cuyo dibujo se
modifica constantemente. Las diferentes líneas narrativas, escritas en ese
Libro del Destino van conformando, en última instancia, una ilusión de
referencialidad autobiográfica: el sujeto termina por reconocerse en ese espejo
delicado y secreto de las palabras en las que, ilusoriamente, cree ver
reflejada su vida.
BELÉN
GACHE.
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