Teoría y Técnica de Grupos II
Teórica de San Isidro 2014.
Yo
soy
yo, yo soy yo, yo soy yo…
De fixiones, ju-egos y narices torcidas.
Cintia Rolón
1
¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me
ves?
Cuando la mentira es la verdad.
Divididos
Una pareja de novios sale de vacaciones,
tomando la ruta en dirección a la
hostería donde se hospedarían durante dos semanas. El joven detiene el auto en una gasolinera y mientras carga el tanque de nafta, ella
improvisa una broma. Se aleja unos
metros, camina en la carretera, y le
hace señas “tal como se las hacen las
autostopistas a los coches desconocidos”.
El frena el auto a su lado, baja la
ventanilla, y sonriéndole le pregunta a donde va.
“¿Va a Bystrica? -preguntó la chica y le
sonrió con coquetería”.
El
la invita: “Pase, siéntese”; ella
accede acomodándose a su lado. “El coche se puso en marcha”.
El juego, también.
Se trata del cuento El falso autostop, del
escritor checo Milan Kundera, que
integra El Libro de los Amores
Ridículos. El juego prosigue; jugar le permite ser otras, componer máscaras insinuantes,
actuar de aquellas que deambulan en las rutas y se suben a autos
desconocidos.
Jugar “le hacía sentir lo que nunca había sentido. Sin determinaciones
biográficas, sin pasado, ni futuro, sin ataduras, se sentía libre. Sintió la
impúdica satisfacción del propio cuerpo. “
Al inicio, él se divierte. Pero dada la persistencia con la que su
compañera continuaba el juego, empieza a extrañar su mirada
sencilla, infantil. Susurra su nombre para finalizar la farsa. Esto no revierte
la situación. Se irrita y piensa:
“es que realmente lo es. Está jugando a ser
ella misma. Hay otra mujer encerrada dentro de ella y con la excusa del juego,
le ha abierto la jaula”.
Un viaje dentro del viaje, un juego
dentro del juego y un desvío. En el
cruce de caminos, él toma otra dirección que la planificada. “Señorita-le responde cuando ella
alarmada le pregunta porque cambió de camino- yo voy donde quiero. Soy un hombre libre y hago lo que quiero y lo que
me da la gana”.
Arriban de noche
a una hostería ruinosa, junto a un bar repleto de borrachos. Suben por las
escaleras a una habitación que exuda sordidez, colchas manchadas y
humedad en las paredes. El desea humillarla, “no a la autostopista sino a su propia chica. El juego se había
confundido con la vida”. La obliga a desnudarse, diciéndose a sí mismo,
“que
el juego había terminado, que al quitarse la ropa se había quitado también el
disfraz”. Pero no. Ella considera, también,
que a partir de ese momento, se acabaría el desgraciado juego pero al ser
penetrada comprueba un placer desconocido y haber cruzado la frontera sin
retorno.
Finalizado el juego con el placer y la
penetración, él apaga la luz: “no desea ver la cara de la chica. Sabía que
el juego había terminado, pero no tenía ganas de volver a la relación habitual
con ella; le daba miedo aquel regreso”.
Ella le roza sus manos y murmura: “Yo soy yo, yo soy yo…” Luego llora ruidosamente
repitiendo: “Yo soy yo, yo soy
yo, yo soy yo…”
El relato transcurre en Checoslovaquia,
en pleno comunismo; alude a la vida planificada de jóvenes trabajadores y delata
la imposibilidad de salirse del sistema.
Tópico recurrente en este escritor, las
escrituras sobre existencias despojadas, doblegadas, obedientes, vampirizadas, bajo el régimen dictatorial comunista.
El
juego funciona como transgresión del plan. Por el juego, se provoca el pasaje,
las máscaras abren un espacio nuevo, inician otro viaje. Máscaras-pasajes que
posibilitan acceder a otra realidad. La máscara desenmascara. El juego libera,
desata, destapa.
“Yo
soy yo, yo soy yo”,
insiste la joven a modo de tentativa de convencerse a sí y a su
pareja, que su verdadera identidad no era aquella, la de la mujer fácil,
lasciva, del autostop, sino ésta, su
compañera de siempre, la primera, ¿la original?
Ficciones del yo: producciones de máscaras
que se desplazan continuamente. Yo:
engaño, fraude. Centro provisional que se descentra, cediendo su lugar al lenguaje.
2
-¿Quién eres tú?-dijo la Oruga
-Yo…yo casi no lo sé, señor, en este momento…
Lewis Carroll Alicia en el país de las
maravillas
¿Podría suceder que un detalle, algo que
en primera instancia se antoja como mera trivialidad, irrumpa la calma cotidiana y
devenga en suceso, extrañeza de si, e interrogante
existencial? En la novela del dramaturgo italiano Luigi Pirandello, Uno, Ninguno, Cien mil, Vitangelo Moscarda (tal es el
curiosos nombre del protagonista) se
hurga la nariz distraídamente. Nada más banal, al momento: rascarse. La acción
se ve interrumpida cuando su esposa al
verlo, le pregunta y él responde que siente
dolor
-Creí
que mirabas de que parte está inclinada.
¿Su nariz? ¿Torcida? ¿Cómo él no lo vio
nunca y si su esposa? Moscardo empieza a sospechar detentar otros defectos;
indaga nuevamente en su nariz, se concentra en
sus orejas, manos. Su mirada le retorna un
cuerpo ajeno. Se torna cavilante, huraño y su cabeza estalla en
infinitas preguntas tantas como ojos lo miran.
Porque acorde a la mirada de los otros, y
de si, Moscardo se percibe como
Uno:
“Y yo no lo sabía y no sabiéndolo creía
ser para todos un Moscardo con la nariz derecha y era para todos, con la nariz
chueca”.
Ninguno: “Quería estar solo
sin mí. Quiero decir, sin aquel de mí que yo ya conocía o creía conocer. El extraño inseparable de mí. Si para
los otros no era aquel que hasta ahora había creído ser para mi ¿Quién era yo?
Cien
Mil: “Mi
atroz drama se complicó con el descubrimiento de los cien mil Moscardos que yo
era no solo para los otros, sino para mi, todos con el único nombre de Moscardo”.
La problemática
del nombre propio, entre otras cuestiones
como posibles pistas que se revelan en
esta novela, aparece como un testimonio decisivo
de la propia identidad.
El nombre propio
se siente como tal (propio) pues singulariza, distingue de tantísimos otros
posibles. Si hay un nombre que siento
como propio, que me identifica, ¿lo seguirá siendo si también identificara a muchos otros? ¿O se trata de la consecuencia de una imposición, un vocablo que
no ha venido conmigo al mundo y aun así,
persisto en creerlo mío?
Moscardo desconfía, inclusive, del apodo
con el que su mujer lo nombra, Gengé. Efectivamente, ese apodo era una invención de ella, la forma
en que lo ve, materializada en una cariñosa combinatoria de
letras y sonidos por ella elegidos.
El amor crea una ficción: la producción
de un “tipo”, Gengé, que no necesariamente se condice con él, al
menos con lo que él supone, cree, piensa, dice, duda, siente, afirma, en la
Insoportable levedad del ser, escribiría Kundera.
3
Me he dado cuenta de que
miento, siempre he mentido,
siempre
he mentido.
He escrito tanta inútil cosa, sin
descubrirme,
sin dar conmigo.
Silvio
Rodríguez
Búsqueda de
etimologías y definiciones en base a lo que en Pierre Menard, autor del Quijote, de Jorge Luis Borges, opera a modo de catálogo falaz.
Tomo el
diccionario de la Real Academia Española, como puntapié y diseminación de rutas
posibles para problematizar el vocablo ficción. Se lee:
Ficción
a) acción y efecto de fingir.
b)- invención, cosa fingida.
c) -clase de obras literarias o
cinematográficas, generalmente narrativas, que tratan de sucesos y personajes
imaginarios.
d) Der. La que introduce autoriza
la leyó la jurisprudencia a favor de alguien: como cuando al hijo concebido se
le tiene por nacido.
Su derivación etimológica latina derivada
de fictium
designa fingir, inventar. A su vez, inventar alude al sustantivo neutro latino inventum, cuya traducción apunta a algo nuevo que viene (ventus) en (in) uno.
El concepto de identidad
en el Pensamiento Occidental ha sido
abordado con mayor pregnancia y durante
siglos, ligado al descubrimiento. Lo que
define a un individuo como lo que es, lo que le es propio y constitutivo,
aquello que está ahí desde siempre,
impreso en su naturaleza, puede ser des-cubierto
o des-ocultado progresivamente en la experiencia cotidiana. Acorde al
planteamiento aristotélico del Libro V de
Metafísica, cada cosa o individuo es
idéntico a sí mismo, según la fórmula A=A. Esta consideración elude pensar la identidad como irrupción de
fuerzas y devenir. Todo lo que fuera del orden de las manifestaciones proviene
de una única raíz, de esa irrepetible identidad.
Esta postura parte de la idea que a) hay una identidad b) se puede dar cuenta de ella, en sus manifestaciones,
su esencia, origen, c) es pasible de ser descubierta, develada.
Tal proposición de la Antigüedad es
retomada por el filósofo moderno Hegel, en el capítulo segundo del libro II de
su Ciencia de la lógica, quien
introduce el principio de contradicción.
Básicamente analiza la imposibilidad que A sea simultáneamente A y no- A. La
oposición ingresa como variable necesaria en la relación de cada quien consigo
mismo. Esto implica un desdoblamiento, un salirse de sí, para que
cada individuo pueda expresar su identidad, re-presen-tarse, re-flexionar-se. Identidad
ligada al movimiento ya que cada cosa o
individuo se descentra para expresarse, negar
su aislamiento y lograr comprenderse a sí mismo en su retorno.
Esta suerte de tesoro
escondido, soldado a una tópica de la
interioridad, ha regido durante siglos la Metafísica La identidad asociada a la
sustancia, a lo único, lo original, lo auténtico; sus mostraciones tales como el Sujeto, el Yo,
la Conciencia, correlatos de la idea de Dios y de la grandilocuencia de sus
atributos, ésta vez trasvasados al Hombre.
Más aun; la noción moderna de Sujeto, se erige como modelo y medida, e
inaugura las lógicas de la propiedad, el
lenguaje representacional, reforzando dualidades
en clave platónica, (lastres de antaño como original-copia, auténtico-falso,
esencia-apariencia) jerarquías y valoraciones en los modos de concebir lo viviente, lo humano, el mundo, la
existencia, a través de la devota Fe en la Razón.
Difícil enseñanza la de proponer un recorrido posible en la Historia de las Ideas sin caer en reduccionismos
y afirmaciones conclusivas. Justamente, porque la Historia, otro invento moderno, se escribe en singular, en mayúscula, rigiéndose como obediencia debida al principio de Autoridad y Linealidad.
Sea como fuere, prefiero ficcionar
que siempre, desde que el mundo es
mundo, algún o alguna aguafiestas, viene a empañar la Celebración del Yo, y el
Dogmatismo de las Versiones Oficiales
pretendidamente Verdaderas. Llámese Freud, Nietzsche, Lacan, Derrida, Deleuze,
Foucault, Arendt, Beaviour, Zambrano. Y tantísimos otros/as en este texto omitidos.
Si de revueltas, se trata, claro
está que los poetas, los artistas, lo hicieron (y siguen haciéndolo) muchísimo
antes que todos los mencionados/das (y omitidos): solo que les está vedado
el ingreso a la Academia. Si no,
pregúntenle a Platón.
4
la ficción consiste no en hacer ver lo invisible
sino en hacer ver hasta qué punto es invisible
la invisibilidad de lo visible.
Michel Foucault
Retomo la puntualización de Ficción como
inventum, invención.
Ligado a la problemática de la
identidad esta línea de sentido, afirma
la construcción e invención de la
identidad del individuo no como algo que le pertenece, sino como una emergente
de la colisión cotidiana entre distintas fuerzas que atraviesan su experiencia
diaria. ¿Es posible dejar de ser los que
somos para devenir en otros, que luego serán otros?
Desde fines del
siglo XIX, algunos pensadores con Nietzsche
a la cabeza, si bien retoman el planteo hegeliano de contradicción, niegan la posibilidad que a través de ella, (la
oposición) se descubra o desdoble la identidad. Las identidades, son abordadas
en términos de multiplicidades que
continuamente se inventan y construyen a través de los diversos modos en que
los individuos son atravesados por fuerzas diversas.
No hay
identidades naturales, esenciales, originarias, sino tan sólo multiplicidades
de experiencias y apariciones. Recurrir al planteo de la identidad aristotélica y hegeliana es valerse de un concepto abstracto que construimos para
ordenar, organizar y coherentizar una multiplicidad de experiencias singulares
que no guardan una relación necesaria entre sí.
Hace pocos días, se dio la consigna ligada a la cuestión
de la identidad, en un práctico de
Gruposdos, alentando en los alumnos/nas las escrituras de sí. Puntualmente se pidió que se presenten intentando responder a la
pregunta ¿Quién soy? Las respuestas
fueron mayormente elaboraciones (por parte de cada uno/a), de relatos lineales,
coherentes, ordenados, en ocasiones recurriendo a adjetivos (soy
sociable, soy estudiosa, soy tímido).
Por supuesto, nadie
estaría dispuesto a ofrecer una
narración de si, contradictoria.
No obstante, desde la perspectiva que intento mostrar (identidad-inventum)
la construcción de identidades como un
todo coherente es el resultado de una
invención, construcciones incluso, de las que no somos completamente artífices. Se trata del
desenmascaramiento de aquella presunta identidad o naturaleza originaria.
Para uno de los maestros de la sospecha, Sigmund Freud, entre
los numerosos dislocamientos de su propuesta teórica, está la de situar el Yo, (Introducción del
Narcisismo, 1914) no del lado del Sujeto,
de lo que éste sabe de sí mismo, que era el
modo habitual en que la tradición lo venía planteando, sino del lado del Objeto, objeto de amor. Un yo que lidia en su condición de inquilino cuando Freud refiere que el Yo no es dueño de su propia
casa, (El Yo y el Ello, 1923).Lo excéntrico del Yo, fuera del centro, y la formulación de lo Inconsciente pateando el tablero de cualquier tentativa de unidad, interesa tanto desde la psicopatología como desde el desarrollo magistral que Freud teoriza sobre la cotidianeidad, donde múltiples personajes censuran, hacen chistes o se equivocan. Lo inconsciente, esa experiencia de la extrañeza que hay un poder sobre nosotros.
Sigmund Freud toma de Friedrich Nietzsche, (otro de los Maestros de la Sospecha) en Más allá del bien y del mal, la idea de lo incapturable del pensamiento, ya que viene cuando él quiere, como se le antoja, y no cuando yo quiero. Es un falseamiento decir que el Sujeto Yo es la condición del predicado pienso. El yo según este filósofo alemán, es un artículo de fe, una creencia. Y el Sujeto, una ficción, categoría útil para darle lógica al mundo.
Un recuerdo no me viene cuando me da la gana, el Yo es impotente en relación a esto como en la aparición de un pensamiento.
La unidad que se adscribe a la Conciencia, a la manera kantiana, es ficción que encubre una multiplicidad de fuerzas. ¿Cuáles son estas fuerzas? el Cuerpo, para Nietzsche, no la Conciencia.
Sujeto, entonces, ligado al devenir de estados diferentes; una pluralidad de fuerzas conectado con el devenir del mundo y los otros.
La ficción del sujeto o del Yo, no es más que una máscara –un centro provisional– que se desplaza continuamente, poniendo en escena a un personaje u otro según las exigencias de las circunstancias. Máscara y comportamientos que no proceden de ningún fondo, sino de la superficie. Los “tipos” que representamos son solo algunas de nuestras infinitas posibilidades. Podemos crear otros muchos, sin resignarnos al tedio de la repetición pasiva de lo ya conocido.
Verdad, sustancias: ficciones que violentan deteniendo el torrente del vivir, el devenir, sometiéndolos al concepto. Nada dura; solo dura la fugacidad del movimiento.
Respecto a la pregunta ¿Cómo conocer lo real si éste se escapa a cada momento? Nietzsche responderá que mediante la falsificación. El conocimiento falsea la realidad, transforma engañosamente la corriente en el ser de cosas permanentes, que subsisten en el cambio.
Finalmente, el Sujeto de la Modernidad hace girar el saber centrándolo en el hombre y la racionalidad. Desde el planteo que vengo desarrollando, el Sujeto como efecto de múltiples procesos de subjetivación, se conecta con el concepto de devenir, donde el antes y después se dan a la vez. Los acontecimientos expresan el devenir y se encarnan en situaciones. Siempre hay algo del acontecimiento abierto a las actualizaciones, al cambio, a la mutación.
Todo cambia en el acontecimiento y nosotros cambiamos en él, parafraseando a Giles Deleuze.
El pensamiento del acontecimiento señala un desplazamiento de la preeminencia de la lógica aristotélica. El juicio de atribución pertenece a la tradición aristotélica: sujeto + verbo ser + cualidad (“Yo soy sociable”). Deleuze estudia el aporte de los estoicos quienes sostienen que el mundo está constituido por acontecimientos y plantean una modalidad lógica diferente, una lógica del sentido. El predicado de una proposición no es la cualidad atribuible a un Sujeto, sino el acontecimiento pronunciado en la proposición: el predicado equivale a las relaciones, al acontecimiento, según este autor.
La subjetividad en tanto proceso/acontecimiento de subjetivación enriquece el concepto de modo de existencia. Los modos de subjetivación no remiten ni a la persona, ni al yo, sino a modos de pensar, de sentir, de actuar; a modos de existencia relacionales que cada quien efectúa en tanto ser en relación.
5
“Mirándome al espejo, a solas, acabo por dudar de mi existencia e imaginarme,
viéndome
como otro, que soy un sueño, un ente de ficción”.
“Sólo
a solas, se sentía él; sólo a solas podía decirse a sí mismo, tal vez para
convencerse,
¡Yo soy yo!; ante los demás, metido en
la muchedumbre atareada y
distraída,
no se sentía él mismo.”
Fragmentos de
Niebla, de Miguel Unamuno.
Cintia Rolón, 2014.Cintia.rolon@yahoo.com.ar .
ª El Falso Autostop, versión en PDF
No hay comentarios:
Publicar un comentario