“Quitarle La
Razón al razonable,…
dormir con la mujer de su marido”
La teatralidad de la representación necesita de identidades, convoca personajes,
elencos, actores, vestuariza el arquetipo al que lo organiza presidiario de los decires, los coloca en medio de
simulacros, “ordenados secuencialmente por elementos causales”, les oferta ser parte de una religiosidad,
confesante, pero paganizada, “estampitas kitsch”. Son funcionarios domésticos domesticados,
verticalizados sobre mapas y territorios
guionados inconfundibles.
A cambio la teatralidad de los estados necesita
de tensiones, figuras sin siluetas, poéticas, alojamiento en el lugar del
sujeto, afectaciones, espíritus errantes, nómades, o al acecho, en estado de flotación, dudosidades
en búsqueda de alguna despellejada corporalidad amiga, visitas inoportunas de
la oportunidad. ”Fulguraciones volátiles cargadas de vigorosos torbellinos.”
Teatralidad de los estados, lo
grupal narrando una literatura plebeya.
Lo grupal deviene eufonía, espaciamiento empírico poetizado, “Claro
del Bosque”, escenario, “Tablao” Hospedante de
la Razón Poética, fraternal soporte de “Zambranología Teatralizada”, cartografía del habla colectiva, “lo
entre palabras que se frotan”, fricción de opacidades oníricas y lingüísticas.
Provocación violenta de intensidades e intenciones para la atrofia de la asertividad de la lengua,
forzando su condición en-carceladora que captura.
La razón poética bate palabras como
los bailaores, baten palmas,- andaluzas
poliritmias conversantes,- musicantes taconeos
del golpe a golpe y el verso a verso…
La razón poética, esa de “charanga y
pandereta, de espíritu burlón y alma inquieta
ha de tener su mármol y su día, su inefable mañana y su poeta”
La razón poética se nutre del silencio
para combatir el mutismo, in-quietante in-sonoridad vaciada, le declara
su egoísta enemistad y le dice:
"entremos
más adentro en la espesura".
La razón poética es tenaz servicio
de oxigenación, palabra que se da, como
respiración boca a boca, al rescate del
nadador acalambrado- (semi ahogado en
aguas lenguaraces),- en el mar de la
mediocridad.
Santa
Rita, Santa Rita, lo que se da no se
quita.
Vistos de cerca, todos los
personajes se parecen entre sí, son fragilidades con la levedad del folletín, que las figuras
empoderan con sus caricaturas, aparece la condición de exceso, las demasías, la
portación de raidos guardarropas multicolores, con los que intentan vivir el día
a día…son los delirios de las criaturas efímeras, vivientes del no soy en si…
Las Figuras salen de viaje accidentando
al Sujeto, lo buscan para
“adelgazarlo, para carcomerlo”, lo Draculizan, lo des-dibujan con manchas pictóricas informes sobre las telas vírgenes de las existencias
a las que toman por asalto en su ingenuidad, las llenan de turbulencias, y de tempestades
desquiciadas. Hacen del momento algo inédito.
La razón poética -tormentosa como lluvia
de verano, aparece in- rompiendo, con sorpresiva violencia para rasgar el color
sepia del acontecimiento, para oxigenarlo de malestar, para higienizar su cotidianeidad, “para confrontar con lo dado,
con lo establecido” desalojando los deshechos a-rutinados en el hábitat de los
paisajes.
La razón poética tensiona y elastiza
temporalidades, hace inefable las agujas
de los relojes, - los apura demorándolos y los demora apurándolos - , “extraviando
el tiempo cronológico en tiempo de intensidades”, musicaliza al hablante, lo
lleva de la mano para componer, por los sinuosos caminos de las melodías, los ritmos,
y las “unidades sonoricas” inexploradas.
La razón poética se hace letra a
fuerza “del cincel y de la maza”, es la rabia pagana de la idea abriendo-se el
paso, -embriagando con el vértigo del vino malo-, delata sutilmente una dulzona
españolidad.
La razón poética susurra un canturreo
zigzagueante, lo desliza entre vocales y
consonantes, resucita las voces caídas
al abismo, les restablece la necesaria profundidad del anonimato, parada al borde,
justo en el límite de la lengua toda, posa sus ojos en el interior de su
“aireada habitación vacía” y dice: veo
una voz, “un surco en el aire” , veo el candor de un posible grito disponible, veo regresar lo
escuchado que fue parloteado cierta vez, lo que veo es el Regreso que regresa a las
palabras inflamables.
La parte sensible de lo neutro se llama razón poética. Experiencia de disponibilidad, que se introduce desde la total y más fatal ambigüedad, ingrediente alimenticio, inevitable, refinado bocado para degustar, ingresa en la gastronomía de lo imprevisible como “sabor blanco”, “huella in-definible que se desvanece, pero que detectamos por sus efectos”, acontecimiento níveo- tejido saturado de afinidades.
Cuando la razón poética es centro de gravedad sinfónico, ilumina de creatividad los lugares controversiales de dramaturgia grupal. Aquello ocre otoñal, que parece quedar por fuera o en lejana cercanía, por molecular e insignificante, retornará como experiencia residual, se potenciará en su fragmentación, y revelará con un guiño pícaro, lo interactivo de las huellas, los girones y las cenizas.
La razón poética se ofrece como agenciamiento para estallar las alternancias binarias como posibilidades únicas, como mecanismos de control del si/no, desmonta la “Binariez”, creando una dramaturgia de la improvisación “rizomatizante”. En un pase de magia hace desaparecer la barra cisurante del sí y no para fundir ambos monosílabos cómo “Sino”, des-tino in-cierto, im-pro-visto, cartografiante del asombro y devenires.
La razón poética, anda a los “Palos”, pero no en su acepción de Basto,-maza de madera disciplinante- sino como género, estilo andaluz de Cante Jondo, hondura que "después de unas cuantas rondas de manzanilla, canta lo gitano, agarrando a los cuerpos por la garganta con su voz, sus gestos y las palabras de sus coplas. Canto de un bronco animal herido, por la poética del lenguaje. Un canto a contracorriente de lo conocido tal como San Juan de la Cruz, en el prólogo de la "Subida del Monte Carmelo":"ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir, porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir.
Lo “poético” es acción disociadora, raíz misma de todo acto creador. Disociación que no destruye, que se limita a producir una indeterminación parecida al caos”. Canilla abierta a los encadenamientos, flujos, imágenes, texturas literarias siempre dispuestas a ser otra cosa y otra cosa y otra cosa y así, sucesivamente.
Cuando la razón poética se hace “neutralgia” pone a funcionar el maquinismo donde lo grupal se contamina con un trazo poético de erotismo, que multiplica los planos narrativos, una superficie polifónica de balbuceos, de estados de atravesamiento asociativos superpuestos, volátiles y efímeros.
La razón poética carece de legalidad teórica e implicación instrumental, se textualiza por los “entremedios”, trata de fundar des-territorios que des-activen los modelos de control, con la presunción de crear instantes privilegiados donde producir acontecimientos.
La razón poética, revela su condición de “palimpsesto de lo grupal”, corta transversalmente los estratos yuxtapuestos de la multiplicidad de narraciones, poniendo al descubierto su movimiento iterativo de banda de moebius, continuo borrado y re-escritura. Diástole y sístole, ajetreo cardiaco del habla, latido hipertenso de la lingüística.
La razón poética es el “artificio necesario” para deconstruir el determinismo causa-efecto.
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario