jueves, 8 de mayo de 2014

“Quitarle La Razón al razonable,…
dormir con la mujer de su marido”
           
            La teatralidad de la representación necesita de identidades, convoca personajes, elencos, actores, vestuariza el arquetipo al que lo organiza presidiario  de los decires, los coloca en medio de simulacros, “ordenados secuencialmente por elementos causales”,  les oferta ser parte de una religiosidad, confesante, pero paganizada,   “estampitas kitsch”.  Son funcionarios domésticos domesticados, verticalizados sobre mapas y  territorios guionados inconfundibles.
            A cambio la  teatralidad de los estados necesita de tensiones, figuras sin siluetas, poéticas, alojamiento en el lugar del sujeto, afectaciones, espíritus errantes, nómades,  o al acecho, en estado de flotación, dudosidades en búsqueda de alguna despellejada corporalidad amiga, visitas inoportunas de la oportunidad. ”Fulguraciones volátiles cargadas de vigorosos torbellinos.”
            Teatralidad de los estados, lo grupal narrando una literatura plebeya.
            Lo grupal deviene  eufonía, espaciamiento empírico poetizado, “Claro del Bosque”, escenario, “Tablao” Hospedante de  la Razón Poética, fraternal soporte de “Zambranología Teatralizada”, cartografía del habla colectiva, “lo entre palabras que se frotan”, fricción de opacidades oníricas y lingüísticas. Provocación violenta de intensidades e intenciones para la  atrofia de la asertividad de la lengua, forzando su condición en-carceladora que captura.
            La razón poética bate palabras como los bailaores, baten palmas,-     andaluzas poliritmias conversantes,- musicantes taconeos  del golpe a golpe y el verso a verso…
            La razón poética, esa de “charanga y pandereta, de espíritu burlón y alma        inquieta ha de tener su mármol y su día, su inefable mañana y su poeta”
            La razón poética se nutre del silencio para combatir el mutismo, in-quietante  in-sonoridad vaciada,  le  declara su egoísta enemistad y le dice:
"entremos más adentro en la espesura".
            La razón poética es tenaz servicio de oxigenación, palabra que se da,  como respiración boca a boca, al rescate  del nadador acalambrado- (semi  ahogado en aguas lenguaraces),- en el  mar de la mediocridad.
Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita.
            Vistos de cerca, todos los personajes se parecen entre sí, son fragilidades con  la levedad del folletín, que las figuras empoderan con sus caricaturas, aparece la condición de exceso, las demasías, la portación de raidos guardarropas multicolores, con los que intentan vivir el día a día…son los delirios de las criaturas efímeras, vivientes del no soy en si…
            Las Figuras salen de viaje accidentando al  Sujeto, lo buscan para “adelgazarlo,  para carcomerlo”,  lo Draculizan,  lo des-dibujan con manchas pictóricas  informes sobre las telas vírgenes de las  existencias  a las  que toman por  asalto en su ingenuidad, las  llenan de turbulencias, y de tempestades desquiciadas. Hacen del momento algo inédito.
            La razón poética -tormentosa como lluvia de verano, aparece in- rompiendo, con sorpresiva violencia para rasgar el color sepia del acontecimiento, para oxigenarlo de malestar, para higienizar su  cotidianeidad, “para confrontar con lo dado, con lo establecido” desalojando los deshechos a-rutinados en el hábitat de los paisajes.
            La razón poética tensiona y elastiza  temporalidades, hace inefable las agujas de los relojes, - los apura demorándolos y los demora apurándolos - , “extraviando el tiempo cronológico en tiempo de intensidades”, musicaliza al hablante, lo lleva de la mano para componer, por los sinuosos caminos de las melodías, los ritmos, y las “unidades sonoricas” inexploradas.
            La razón poética se hace letra a fuerza “del cincel y de la maza”, es la rabia pagana de la idea abriendo-se el paso, -embriagando con el vértigo del vino malo-, delata sutilmente una dulzona españolidad.   
            La razón poética susurra un canturreo zigzagueante,  lo desliza entre vocales y consonantes, resucita  las voces caídas al abismo, les restablece la necesaria profundidad del anonimato, parada al borde, justo en el límite de la lengua toda, posa sus ojos en el interior de su “aireada habitación vacía”  y dice: veo una voz, “un surco en el aire” , veo el candor de un  posible grito disponible, veo regresar lo escuchado que fue parloteado  cierta  vez, lo que veo es el Regreso que regresa a las palabras inflamables.
               La parte sensible de lo neutro se llama razón poética. Experiencia de disponibilidad, que  se introduce desde la total y más fatal ambigüedad, ingrediente alimenticio, inevitable,  refinado bocado para degustar, ingresa en la gastronomía de lo imprevisible como “sabor blanco”, “huella in-definible que se desvanece, pero que detectamos por sus efectos”, acontecimiento níveo- tejido saturado de afinidades. 
 
               Cuando la razón poética es centro de gravedad sinfónico, ilumina de creatividad los lugares controversiales de dramaturgia grupal. Aquello ocre otoñal, que parece quedar por fuera o en lejana cercanía,  por molecular e insignificante, retornará como experiencia residual, se potenciará en su fragmentación, y revelará con un guiño pícaro, lo  interactivo de  las huellas, los girones y las cenizas.
 
               La razón poética se ofrece como agenciamiento  para estallar las alternancias binarias como posibilidades únicas, como mecanismos de control del si/no, desmonta la “Binariez”, creando una dramaturgia de la improvisación “rizomatizante”. En un pase de magia  hace desaparecer la barra cisurante del sí y no para fundir ambos monosílabos cómo “Sino”, des-tino in-cierto, im-pro-visto, cartografiante del  asombro y  devenires. 
 
               La razón poética, anda a los “Palos”, pero no en su acepción de Basto,-maza de madera disciplinante- sino como género, estilo andaluz de Cante Jondo, hondura que "después de unas cuantas rondas de manzanilla, canta lo gitano, agarrando a los cuerpos  por la garganta con su voz, sus gestos y las palabras de sus coplas. Canto de un bronco animal herido, por la poética del lenguaje. Un canto a contracorriente de lo conocido tal como  San Juan de la Cruz, en el prólogo de la "Subida del Monte Carmelo":"ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir, porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir. 
 
               Lo “poético” es acción disociadora, raíz misma de todo acto creador. Disociación que no destruye, que se limita a producir una indeterminación parecida al caos”. Canilla abierta a los  encadenamientos, flujos, imágenes, texturas literarias siempre dispuestas a ser otra cosa y otra cosa y otra cosa y así, sucesivamente.
 
               Cuando la razón poética se hace “neutralgia” pone a funcionar el maquinismo donde  lo grupal se contamina con un trazo poético de erotismo, que multiplica los planos narrativos, una superficie polifónica de balbuceos,  de estados de atravesamiento asociativos superpuestos, volátiles y efímeros. 
 
               La razón poética  carece de legalidad teórica e implicación instrumental, se textualiza por los “entremedios”,  trata de fundar des-territorios  que des-activen los modelos de control,  con la presunción de crear instantes privilegiados donde producir acontecimientos.
 
               La razón poética, revela su condición de “palimpsesto de lo grupal”, corta transversalmente los estratos yuxtapuestos de la multiplicidad de narraciones, poniendo al descubierto su movimiento iterativo de banda de moebius, continuo  borrado y re-escritura. Diástole y sístole, ajetreo cardiaco del habla, latido hipertenso de la lingüística.
 
               La razón poética es el “artificio necesario” para deconstruir el determinismo causa-efecto.
 
 
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