Ficción literaria de una Cátedra
en final de cursada.
"... Quien dice que no hay querencia
que le pregunte a la ausencia..."
que le pregunte a la ausencia..."
(Por el
camino, José González Castillo).
Una parroquiana, pide decir.
Y dice, más o menos, así:
- Y ahora que la cursada termina…
-
¿qué hacer con las “formas” universitarias consensuadas?
-
¿cómo seguir?
Habla alguien que
siente que el virus de la inconformidad
le ha sido inoculado, cuerpo “contaminado”
, materia que ha caído en epidemia por la mordida…académica…
Andaba un Vlad el Empalador, Príncipe de Valaquia entre
las aulas no descubierto…?
¡Qué extrañas cercanías acústicas
hay entre las palabras infectadas y afectadas!
Advierte que la entrada de la incertidumbre, la posibilidad, la opción de maquinar algo nuevo, la des-territorializacion y hasta el
desamparo, pueden devenir procedimientos....aun
a la intemperie y al cobijo de ella.
Descubre que en la clandestinidad, vive “La Conspiración de las Aulas”- homogénea geometría
conservadora de otros bares y pasillos- donde el incesante control de “Los Sibilinos Capturadores
de Cabezas”, (organización de jíbaros con titulación acreditada), se destinan al mantenimiento del cautiverio de afulanos / afulanas en el interior del “Surco Académico de las Repeticiones”.
“El Surco Académico de
la Repeticiones” –templo laberíntico regido por unos y unas escrituras
denominadas “Simulcop del Calcado” - fue construido sobres las huellas del continuo pasaje de las pisadas, siempre por el mismo lugar, por los años de los años.
Mientras tanto, unos otros,
afulanados, devenidos Cronopios inquietos,
están haciendo silenciosamente agujeros en las paredes, tramando pasadizos y salidas
secretas, instalando aberturas
enigmáticas , pasajes , trampas, escapes, traman fugaderos y todo artificio que rompa con los blindajes de las puertas naturales del bar,
“La Academia”.
Estos
chabones - chabonas, se preocupan en
hacer correr la voz, de avivar al “flaneur”
distraído a prestar atención a las señales más sutiles e imperceptibles, a los
signos que parecen pasar desaperci-viendo, a esos mensajes, indicios, gestos, que
avisan : ¡ojo! … hay rumbos y cartografías
posibles.
Escribe Alejandro Dolina en el libro “EL BAR DEL INFIERNO”:
Escribe Alejandro Dolina en el libro “EL BAR DEL INFIERNO”:
PRÓLOGO
Profesores
de la cátedra de alquimia me han contado la enorme dificultad que supone
enseñar una normativa cuyo precepto central es el secreto absoluto.
El maestro debe
ejercer al mismo tiempo la divulgación y el ocultamiento.
Para
completar exitosamente ambas actividades no tendrá más remedio que dictar
clases que tengan —por lo menos— dos significados. Uno de apariencias y otro
secreto, que el alumno deberá ir descifrando trabajosamente.
Tras
largos siglos de penosas lecciones, se ha ido construyendo un lenguaje en donde
lo que se dice no es lo que se quiere decir, en donde cada palabra no es sino
una imprecisa alegoría de otra que no ha sido dicha: el sol es el oro, pero
también es el Padre y es Apolo y el calor del cuerpo y el centro del Zodíaco.
Los siete metales son también las siete
heridas de Cristo, las siete virtudes, los siete colores, los días de la
semana, las horas y la suma de la trinidad con los cuatro elementos, que vienen
a ser —de paso— los cuatro evangelistas. Desde
luego, el aprendiz jamás tendrá la certeza de haber descubierto las verdades
escondidas, pues nunca se realiza la traducción definitiva.
Maestros
y discípulos se hablan a través de los tiempos en interminables diálogos y
textos que son símbolos y emblemas de otros símbolos y emblemas, cuyo comienzo
o cuyo final es imposible hallar.
Toda
conversación es una lección de alquimia. Nadie dice lo que dice, nadie oye lo
que oye, nadie escribe lo que escribe. Este último juicio oculta en verdad
otro, que es secreto.
.
EL BAR
El libro más confuso que utiliza el
Narrador para leer sus relatos es el Libro Violeta. Las páginas contienen unas
inscripciones misteriosas, cuyo significado no es posible descifrar.
La opinión general es que el
Narrador recibe del libro una especie de inspiración, bajo cuya influencia va
completando las historias.
Otros hablan de una lengua de
metáfora incesante. Pero cualquier idioma admite series metafóricas en que cada
palabra es significante de la anterior.
Y siempre es posible construir una
serie circular en la que ninguno de sus términos sea el principio ni el final.
En el Libro Violeta, la figura
escrita representa cualquiera de los términos de la serie.
El signo que se usa para cielo es
también el que se aplica a altura, azul, bienaventuranza, universo, luz,
espacio, recompensa, límite, perfección, conocimiento, academia.
Pero también nube, lluvia, refucilo,
tormenta. Y a partir de estos significados, viento, nieve, helada, invierno,
soledad, temor y oscuridad.
Cualquier signo puede aproximarnos a
cualquier significado.
Leer es
decidir.
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