lunes, 9 de junio de 2014

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Declaración

Somos psicoanalistas que hemos renunciado a nuestra condición de miem­bros de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la Asociación Psicoanalítica Internacional. La presente declaración tiene por objeto fundamentar las razones que nos condujeron a tal toma de posición que, si bien se concreta en este mo­mento, debe ser entendida como parte de un proceso signado por la crisis en que se halla el Psicoanálisis y la institución que hasta hoy aparecía representándolo. Esta crisis es cualitativamente diferente de otras previas. Para poder entenderla debe ser referida al contexto socio-económico en que se da. Por ello considera­mos inseparable nuestro cuestionamiento a la APA de un proyecto político míni­mo en el que se exprese la reinscripción del Psicoanálisis en condiciones dife­rentes. Nuestra disidencia con la APA es de base y nos compromete en un examen que nos abarca también a nosotros, y que nos obliga a replantear cuál es nuestro papel como profesionales de un campo específico -el Psicoanálisis- en el proceso de transformación de nuestra sociedad. Nuestra renuncia forma parte de un proyecto global que intentamos otorgue coherencia a cada una de nuestras acciones.
La crítica a la APA que desarrolla el grupo documento no está dirigida a personas en particular sino a la institución como tal, y sería parcial y superficial si se la entendiera como destinada simplemente a una asociación profesional que simplemente "funciona mal". La APA en realidad es coherente con un sistema social del que reproduce, dentro de las características que le son propias, sus re­laciones de explotación, sus privilegios y los métodos de deformación y repre­sión de cualquier pensamiento cuestionador.
La APA ha llegado a constituir una empresa que lucha por la posesión mo­nopolista del Psicoanálisis. Asegura a sus miembros, a través de la pertenencia y el status que alcancen dentro de ella, la participación en el sistema de privilegio que implica el monopolio. Esta intención monopolista de la APA con respecto al resto de los profesionales de la salud mental y a la que contribuyen todos los miembros de la entidad, se refleja en su estructura interna, en que un reducido número de personas detenta, formalmente y de hecho, la totalidad del poder po­lítico. Este poder se ejerce no sólo en la restricción del voto a una minoría sino de manera aún más sutil y efectiva, a través del sistema didáctico. Así se consti­tuye una pirámide institucional en la que se encuentran regladas las jerarquías de forma tal que no pueda modificarse un hecho básico: la instrumentación ideoló­gica del Psicoanálisis al servicio de las clases dominantes de nuestra sociedad. Pero que los miembros de la APA compartan como conjunto los beneficios que la institución otorga, no elimina el hecho de que la minoría que ejerce el poder dentro de la misma deba apelar, para seguir manteniendo su hegemonía, a la censura de cualquier expresión que tienda a un cambio real. Desde el momento mismo en que alguien se presenta a las entrevistas para ser admitido en la APA hasta aquél en que logra la condición de miembro didacta, máxima posición po­lítica dentro de la entidad, cada participación en las actividades institucionales es utilizada como indicio del grado de acatamiento a las normas e ideas que son impuestas por el grupo dominante. Esto determinó una organización que sin ma­yor exigencia intelectual permite el progreso de todo aquel que acepte las reglas del juego. Se crearon así las condiciones que han dificultado un auténtico cues­tionamiento de los supuestos básicos de la teoría y de la práctica psicoanalítica, enfatizándose en cambio desarrollos secundarios y detalles formales de la técni­ca. Resultó menos riesgoso hacer aportes parciales sobre líneas ya aceptadas que exponerse a las consecuencias de la disidencia. La autocensura constituyó así el complemento de la coerción abierta, coadyuvando al mantenimiento de la repre­sión. Los que debieron ser trabajos científicos se convirtieron en meros medios de ascenso en la pirámide burocrática. He aquí uno de los factores que incidie­ron para el estancamiento científico del Psicoanálisis.
Por otra parte, la orientación dominante de la APA consiste en desarticular al Psicoanálisis del resto de las disciplinas científicas. Lo convierte así en una especie de superciencia que se basta a sí misma y que pretende explicar a las de­más, cayendo de esta manera en una verdadera deformación epistemológica, ba­jo el pretexto de preservar una supuesta pureza del Psicoanálisis. A esta concep­ción estrecha en el plano teórico, corresponde una práctica igualmente limitada: no se han profundizado las múltiples aplicaciones de la teoría psicoanalítica en otros campos de actividades distintas del Psicoanálisis individual, lo que en el interjuego entre praxis y teoría, hubiera permitido abrir nuevas perspectivas de desarrollo para esta última.
El valor social del Psicoanálisis no está dado por los pocos individuos a los que se pueda asistir, sino por ofrecer un cuerpo teórico cuya elaboración permiti­ría crear instrumentos terapéuticos para grupos cada vez más amplios de la po­blación. Además desde el punto de vista de la salud mental los psicoanalistas de­ben asumir su limitación actual para dar solución al problema de grandes masas de población.
Por todo lo dicho creemos que el problema no reside en proponer modifi­caciones formales a una institución, cuyas posibilidades de cambio en el plano científico e ideológico están limitadas por su forma de inserción social.
Nuestra renuncia debe ser contextualizada en relación con el momento ac­tual del movimiento psicoanalítico íntimamente ligado a las condiciones existen­tes en nuestro país. La separación del grupo plataforma, que también actuaba dentro de la APA, constituyó un hecho político que contribuyó a acentuar una polarización ya existente en el movimiento psicoanalítico, polarización de la que fueron ejemplificaciones nuestras sucesivas acciones dentro de la institución. Ante la nueva configuración abierta, nuestra ruptura con la APA apunta al forta­lecimiento del amplio movimiento integrado por individuos y grupos que, más allá de las diferencias tácticas circunstanciales, tiendan al rescate del Psicoanáli­sis poniéndolo al servicio de una meta compartida: el advenimiento de una So­ciedad Socialista.
En el orden nacional nuestra decisión se ubica en el proceso de agudiza­ción de las contradicciones existentes entre los sectores que detentan el poder económico-político y masas de la población cada vez más amplias. A la crisis es­tructural en el plano económico-político, determinada por los problemas no re­sueltos de un país dependiente de los grandes monopolios, se le suma una co­yuntura que deja un margen estrecho de juego para los esquemas tradicionales de las clases opresoras. Esto ha determinado que las formas de represión adquieran inusitada violencia. Las clases dominantes presionan ideológicamente en forma creciente en todos los niveles de trabajo científico: sólo se acepta una ciencia que al negar las determinaciones socio-económicas, se pone conciente o inconscientemente, al servicio del mantenimiento del sistema. La tendencia es a cristalizar estructuras académicas que cumplan ese fin. A pesar de ciertos valores humanos y científicos reconocibles, la APA es un ejemplo de las consecuencias a las que conduce la captación de una teoría científica, revolucionaria en su comienzo, por parte de un sistema que coarta todo pensamiento Nuestra inserción como profesionales en una estructura socio-política así caracterizada, hace utópica cualquier pretensión de autonomía en nuestra práctica. Rechazamos la falacia de la neutralidad postulada como desideratum para el científico, ya que consideramos que el apoliticismo no es nada más que un aval para el sistema, pleno de significado político.
Nos es claro que al alejarnos de APA sólo estamos en el punto de partida de un trabajo y una acción que serán en definitiva los que darán un real sentido a este pronunciamiento.

GRUPO DOCUMENTO: Diana Etinger de Álvarez, Hugo Bellagamba, Marcos Bernard, Hugo Bleichmar, Emilce Dio de Bleichmar, Santiago Dubcovsky, Carlos Kaplan, Raquel Kielmanowicz, Ignacio Maldonado, Julio Marotta, Aldo Melillo, Lea Rivelis de Paz, Aída Dora Romanos, Jorge Rovatti. Leopoldo Salvarezza, Fanny Elman de Schutt, Jaime P. Schust, Horacio Scornik, Gilrberto Simoes, Raquel Kozicki de Simoes, Femando Ulloa.

Fuente: Los Libros, número 25, marzo de 1972, pp. 5-7

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