domingo, 1 de junio de 2014

DE BRASI ESPARCIDOR DE PISTAS

De Brasi: esparcidor de pistas[1]


1.
Ensayo sobre el pensamiento sutil. La cuestión de la causalidad. La causalidad en cuestión es el último texto de una trilogía.[2] La idea de trilogía no remite sólo a tres libros, señala la persistencia de una búsqueda, la insistencia de una ética, la resistencia de una política, la consistencia de una soledad que espera. Un intelectual vive siendo lo que piensa, lo que no puede dejar de pensar, lo que imagina que sería posible si no pensara sólo lo que piensa.

2.
El libro se inicia con un poema de Wislawa Szymborska que termina con estos versos: “Todo principio / no es más que una continuación, / y el libro de los acontecimientos / se encuentra siempre abierto a la mitad”. La vida es un instante en el curso histórico de un movimiento interminable. Todo pensamiento acontece en la mitad: entre lo pensado y todavía por pensar, en medio de algo sin comienzo y sin final.

3.
En su Ensayo sobre el pensamiento sutil, Juan Carlos De Brasi intenta “deslindar la causalidad de la determinación”, lanza la piedra de una posibilidad a la vez determinada e incausada: ética de lo posible, absoluto político que sostiene que todo lo que es podría no ser o devenir de otros modos.

La causalidad soporta la herida íntima de una desterminación que nunca termina de cicatrizar. De Brasi no opone certezas a incertidumbres, objetividad a subjetividad, cerrazones a aperturas, arrogancia a actitud dudosa (el método de la vereda de enfrente); sigue otros senderos: recorre los labios sensibles de lo herido, afina el oído para escuchar lo que pudo y no pudo decirse en esos cortes.

4
En otro pasaje del poema de la misma escritora polaca se lee que la casualidad juega con nosotros, la proposición podría interpretarse como que somos títeres de sus caprichos o que ella es nuestra compañera de aventuras. La casualidad ríe de las previsiones humanas. De Brasi se pregunta (siempre se pregunta) si la determinación se opone a lo azaroso. Recuerda que Mallarmé decía que “un golpe de dados jamás abolirá el azar” y añade que “la tirada de dados sostiene el azar como uno de los componentes de la determinación”. Así se comienza a comprender qué anuncia la de(s)terminación: la intención debrasiana de no desalojar a lo viviente del argumento.

5.
La cuestión de la determinación está afectada por el agregado de la letra ese en el vocablo desterminación. De Brasi indica que “lo que está determinado en su trazo se encuentra de(s)terminado en el acto de su movimiento”. La s que es la vigésima letra de nuestro alfabeto participa, entre otras cosas, en la intuición de lo plural y en el prefijo (des) que más trastorna el significado y sentido de las cosas. Desterminación no es un término más sino una idea que ayuda a entrever lo que el pensamiento sutil llama la praxis de un sujeto singularmente colectivo en condiciones que son (siempre) sociales e históricas. [3]

6.
El libro de De Brasi parece un manifiesto político a favor de una ética que no detenga la vida. Expresa su programa así: “la vida no debe paralizarse”. Dejar que la vida sea no es una excusa vitalista, sino la advertencia de que el pensar -que, desde siempre, fue impulso para vivir sin miedo a la muerte, a la soledad, al amor- puede también encerrar la vida e impedir su potencia plena para todos. ¿Qué paraliza la vida? El ensimismamiento, la culpa, la no elección de lo que cada uno va siendo. De Brasi escribió una vez que “si la envidia hablara, diría: quiero tu aliento vital, tus posesiones me son indiferentes”. Sin eso que llamamos aliento vital, deseo, potencia, complicidad, la vida se detiene.

La ética debrasiana es una posada de la potencia: en su escritura el deseo repone fuerzas. A su posición se opone la vergüenza: si ética es alegría que elige, en su devenir, la posibilidad de lo que todavía no es; la vergüenza es indecisión y negación de lo que se podría llegar a ser. La vergüenza, en su inacción, consiente la detención de la vida.

7.
En Notas mínimas para una arqueología grupal (2003) De Brasi recuperaba la insistencia de lo grupal como equívoco feliz entre pensamiento y política: equívoco (en ese momento) necesario “para que un fututo distinto -en todas la direcciones- sea posible”. Lo grupal fue su astucia teórica para pasar de pensar los grupos, a pensar las condiciones históricas de producción de subjetividad.

8.
Recuerda De Brasi que La explosión del sujeto (1996) “trató de llevar hasta su frontera, a menudo forzándolo desde dentro, al discurso freudiano, para hacerle decir lo que no quiso ni pudo o no alcanzó a decir”. De Brasi recorre territorios hasta alcanzar sus límites, sabe que en esos bordes bulle lo expulsado o lo que resta fuera de dominio. Sus preguntas acampan en esas líneas. Suele memorar que “en cuestiones de pensamiento, como en cualquier otra ‘se trata de encontrar el problema y por tanto de plantearlo más aun que de resolverlo’”.

9.
A propósito del desfondamiento del sujeto clásico escribe: “La multiplicidad de componentes y lógicas que lo poblaban hizo colegir que su fondo no era más que un abismo, mezcla de fugaces e irrepresentables transformaciones”. Suele imaginarse el fondo como lo más desconocido y oculto (en el fondo del mar, tocar fondo para salir a flote) o como el plano más alejado del espectador (el fondo de la sala). El fondo se presenta como lugar de sentimientos íntimos y sinceros (en el fondo de mi alma, en el fondo de mi corazón) o como refugio de lo más importante (el fondo de la cuestión). También el fondo como última línea (los cuatro del fondo en el fútbol) o como imaginario del dinero (hagamos un fondo común, un tipo con escasos fondos). Todavía aparece en expresiones como: hay mar de fondo, un pozo sin fondo, vive en los bajos fondos, fondos buitres, música de fondo o fondo editorial. La idea de sujeto quedó colonizada por la ilusión de un fondo: algunos creen que el sujeto del inconsciente es el fondo psicoanalítico del yo, suponen que el yo es apariencia, la persona máscara, el individuo unidad de control y el sujeto fondo profundo y verdadero de todas las superficies.

De Brasi recuerda que lo humano no puede fondear o anclar definitivamente en nada (“su fondo no era más que un abismo”). Vivir es abismarse, no caerse del paraíso sino caer en lo posible. Si la idea de tocar fondo como límite, tranquilizaba (ya no puedo caer más bajo, peor no me puede ir), la caída de la que ahora se trata es la caída en el vivir: ese vértigo intranquiliza.

La explosión del sujeto es experiencia del abismo: estallido como inquietud que cae, explosión como hemorragia de la mismidad, un poco detenida por el torniquete de la representación. De Brasi sabe que abismarse supone atravesar lo irrepresentable: eso que se mueve, danza, bulle entre las representaciones; las representaciones son balcones, cornisas, bordes, para asomarse a lo que, por no tener nombre, llamamos lo otro. Algunos, todavía, no se dan cuenta que cuidar lo otro de la codicia de la representación equivale a guardar semillas no estalladas del pensar.

10.
De Brasi trabaja en los límites de las definiciones congeladas, les arranca balbuceos inseguros, insinuaciones audaces, gestos que dicen otras cosas, se desprende de lo dicho, presta atención a lo no dicho o dicho a medias, a lo impensado o pensado en los márgenes.

11.
No vale cualquier ocurrencia o intuición atolondrada en el juego del pensar.

12.
Llamamos complejidad a lo que resiste nuestra simplificada comprensión, llamamos libertad a lo que no se deja poseer ni dominar, llamamos realidad a lo que se reduce a conjuntos de opuestos, ramilletes de dualidades uniformadas. Sin una urdimbre no se puede tejer una trama. De Brasi llama subjetividad a un hueco a la vez interno y externo, a una existencia porosa, permeable, interpenetrada, a la potencia diseminada que somos (antes de ser capturados por la organización de la anatomía o los sistemas psicológicos). Escribe: “se trata de una exterioridad -que deshace la barrera de lo interno y lo externo- porosa (de póros, vía de comunicación y reciprocidad), permeable e interpenetrada. El cuerpo es su enclave”.

13.
Sutil es la hendidura por la que deviene lo inesperado, escribe: “Sutil es el nombre de un pensamiento que indica su avance por los senderos menos previsibles. Aquellos donde el pensamiento ejerce su máxima potencia realizativa”.

Se suele confundir crítica con descalificación. Con las ideas pasa lo que con otros objetos de consumo: se exhiben como trofeos renovables o se las arroja a la basura junto a los productos vencidos. La actualización (estar al día) anima la fiesta del capitalismo. El despilfarro de ideas deja el residuo de un repetido repertorio de frases hechas que, con el tiempo, terminan en carpetas clasificadas. Los profesionales son coleccionistas. El sentido común es una de las prisiones del pensamiento.

14.
De Brasi vive lejos del mundo académico, del perímetro de los suplementos de cultura de la industria periodística y de otros circuitos de mercado. Escribe para el porvenir notas que nadie le solicita, de allí su humildad y su arrogancia: humildad del que sabe que, en la eternidad, sus apuntes serán olvidados y arrogancia de quien, aún así, escribe con el deseo de que su palabra fecunde en un mundo por nacer, más allá de su mínima existencia.

15.
Estos tiempos humanos serán recordados no tanto por lo que nos es dado conocer, como por los modos que practicamos de olvidar, ignorar, desestimar lo que no conviene o no se quiere tener en cuenta. La civilización actual proclama el ideal de una vida tranquila, incluso diseña momentos intranquilos como excepciones dosificadas que vigorizan el todo bien de la tranquilidad.

Pocos autores se sueltan de la complacencia de lo ya definido, muchos menos se dedican a buscar (en repetidas nociones) fisuras de un manantial negado: pliegue del que emana (y del que mama) el deseo de pensar de otro modo; sólo algunos afirman que los conceptos son históricos. El pensamiento sutil difunde intranquilidad: el sentido de una ética que espera una oportunidad desprendida del curso de un movimiento colectivo.

16.
De Brasi dialoga con fantasmas, espectros que no mueren porque todavía tienen algo que decir. Aloja voces que hablan en sus palabras. La figura del médium gravita en la práctica del pensamiento más que en las antiguas creencias espiritistas: ideas invocadas por el dolor de una época buscan formas de hacerse presente.

17.
El despliegue de una tela enrollada admite una especie de lisura (tal vez alterada por marcas de antiguos dobleces); pero el despliegue de una vida nunca se alcanza como superficie plana y sin asperezas. El estiramiento o la rigidez de una existencia llana es una deformación de las planchas causalistas que abundan en las escrituras universitarias. Lo sutil respira en los pliegues.

18.
De Brasi se desprende del automatismo simplificador que en algunos tiene la idea de determinación. Tal vez no se alcance a percibir la fuerza de su cuestionamiento Las expresiones determinación (determinierung) y sobredeterminación (überdeterminierung) fueron ideas activas en el marxismo y el freudismo de los años sesenta: las representaciones que los hombres tienen de sí están sobredeterminadas, en última instancia, por el lugar que tienen en las relaciones materiales de producción; igual que los síntomas neuróticos están sobredeterminados por el inconsciente entreverado en los problemas actuales.

En uno de sus ensambles, ironiza sobre la facilidad simplificadora difundida a través del Vocabulaire de la psychoalalyse de Laplanche y Pontalis, sugiere cómo cambia la posición del psicoanálisis si “se confunden, definitivamente e irremisiblemente, causalidad y determinación”.

19.
De Brasi presenta esta cita de Bertrand Russell que dice: La Ley de la causalidad (…) es una reliquia de tiempos pasados que, al igual que la monarquía, sobrevive por la errónea suposición de que no hace daño”. En La monarquía causal (1996) anotaba que un hecho determinado puede ser al mismo tiempo un hecho azaroso. Ese texto que coincide con su último despegue (ético-conceptual) de Buenos Aires -en el que, entre otras cosas, introduce la idea de desaparición ampliada-, De Brasi ya ponía en proximidad (y a distancia) las ideas de determinación y causalidad.

Para De Brasi, la voz de los desaparecidos por el terror de Estado en la última dictadura argentina, se escucha como murmullo histórico de una ética de la responsabilidad. El pensamiento como acto por el cual adviene un sujeto singularmente colectivo, la decisión de generar otro mundo posible como desterminación. Escribe: “La responsabilidad nos libra de la impunidad globalizada, mientras evita que nos convirtamos en los ‘pálidos delincuentes’ que repugnan a Nietzsche, en caricaturas que están a la ‘altura de sus actos’, víctimas de sí, victimarios de los demás”.

20.
Sutil tentación de otros modos de pensar.

21.
Una ética de la responsabilidad no se rige por los sustantivos del consumo capitalista (salud, dinero, amor), sino por los infinitivos sutiles de la de(s)terminación: vivir, amar, pensar con otros. La ética resiste a todos los sustantivos que demandan asentimiento.

22.
De Brasi sabe que no se avanza hacia al futuro sino que se avanza desde el futuro: no interesa el futuro como sitio al que llegar, sino como modo de reír todavía no acontecido que cosquillea en el presente; carcajada que hace que deseemos salir de nosotros mismos, desprendernos de nuestra conservadora identidad, desasirnos de la cálida representación que nos empantana. Si la ansiedad es apuro por llegar o apresuramiento por huir, el avance de De Brasi anuncia la fuga serena del devenir.

23.
Futura Antigüedad es el oxímoron de todos sus libros. De Brasi busca entre los griegos clásicos señales del futuro que viene hasta nosotros, indicios para revivir lo inacabado. No se trata de una figura, sino del secreto de su ruta. ¡Qué alivio saber que las cosas no siempre fueron como las pensamos ahora! En uno de sus libros anteriores, citaba estos versos de Pedro Salinas: “¡Qué gozo, que no sean nunca iguales las cosas que son las mismas!”.

De Brasi presenta a los griegos no tanto como pensamiento inaugural, sino como indicación para el des-comienzo del sentido común del presente. Recuerda que para los clásicos “la causalidad y las causas no son objeto de una indagación cerrada ni de una preocupación constante, como en la modernidad”. A la pregunta de por qué las cosas son bellas, la respuesta es las cosas son bellas por la presencia de lo bello. Resalta que esos pensadores “no poseían una palabra que nombrara al efecto, sino que este era designado, sin excepción, por la perífrasis ‘aquello donde hay causa’”.

24.
La ausencia de nombre es la posibilidad misma. Se suele confundir pensar con nombrar: pensar es avanzar hacia lo que no se puede nombrar. En el momento en el que alguien advierte que no tiene palabras para designar lo que le pasa o para decir lo que piensa, acontece un llamado: entonces, las ideas vienen no en auxilio de una supuesta carencia o para aplacar una urgencia, sino para actuar como anfitriones, puentes, enlaces o silencios hospitalarios con el vacío. Así, los nombres llegan cuando las ideas han hecho su trabajo. La designación es el epitafio en la tumba de innumerables ideas desconocidas.

25.
No importa tanto la erudición filosófica de De Brasi (como cuando presenta la cuestión de la causalidad en Aristóteles o en cada una de sus intensificaciones de Hume, Descartes, Kant, Nietzsche, Spinoza, Marx) sino su intención desnaturalizadora, su propagación de lo inquietante en el pensamiento no normalizado.

26.
De Brasi no intenta dar un panorama sobre la cuestión de la causalidad en la filosofía de los griegos clásicos, se propone resaltar lo excluido, lo olvidado y lo reprimido en las lecturas canonizadas. Tras revisar las ideas sobre la causalidad en Aristóteles, pone a la vista que, en el griego, la cuestión se desliza a lo infinito (“hay una cantidad infinita de causas”). A la pregunta de por qué una cosa se da de una manera y no de otra, las respuestas nunca se agotan. Si las respuestas se agotaran el mundo se detendría.

27.
En Ensayo sobre le pensamiento sutil, De Brasi pone a la vista cómo el deseo de infinito se corresponde con el amor por lo indeterminado y con la invocación de un porvenir inesperado: el mandato ético de no detener la vida. Valora en el banquete griego “la palabra dicha en comunidad solicitada para ser escuchada y valorada en esa re-unión donde el théma ponía el asunto sobre la mesa con el fin de disolver el sentido único”. Busca pistas de un pensamiento abierto y excéntrico, amante de mezclas y dispersiones, un pensamiento en continuidad (sin tabicaciones).

28.
Hay quienes reciben herencias y quienes se pasan la vida esperando o lamentando lo que nunca les llega, están los que dilapidan lo recibido o lo trabajan para conservarlo y acrecentarlo; también hay, entre los que no reciben fortunas, quienes inventan herencias. Escribe De Brasi: “Y creo que es necesario diferenciar claramente entre ‘precedentes’ y ‘padres precursores’. Los primeros modulan el pasado como lo que no acaba de pasar, de ahí que siempre estarán por venir, es decir: en cuanto sean trabajados como precedentes, en caso contrario serán meros antecedentes para un archivo. Los precedentes ofrendan una liviana orfandad, la tarea de ser padre de uno mismo. Los padres precursores, en cambio, han fundado las líneas, sólo dentro de las cuales el futuro es posible. Por eso sus hijos están siempre predestinados para… o destinados a… ser reabsorbidos en ellos, a precursarlos constantemente y a desempeñar la tarea de los héroes o de los ‘number one’, que, irónicamente, forman una verdadera masificación de ‘números uno’”:

Una de las mayores sutilezas del don de la paternidad es no impedir que los hijos sean padres de sí mismos. La causalidad tiene debilidad por las relaciones de apropiación, mientras la determinación es sensible ante cualquier forma de posesión.

29.
La realidad es el mundo histórico causado y determinado, mientras lo real es potencia de lo posible.

30.
De Brasi recupera en sus lecturas de los griegos que la suerte (buena o mala) sólo les cabe a los que son capaces de actuar, la suerte afecta el resultado de los actos realizados. La inacción, como esperanza pasiva de que algo caiga del cielo, no convoca a la suerte (ni a la buena ni a la mala). La suerte no es un “bien supremo al que se tiende porque está tendido de entrada”. Se dice, entre nosotros, que “a la suerte hay que ayudarla”. De Brasi subraya que “llamamos suerte a aquellos eventos que se dan por azar para quienes pudiendo elegir, eligen”.

31.
Encuentra en la Ética a Nicómaco de Aristóteles pistas para soltarse “del paraíso embobado del consumo lúdico, con sonrisa de foto fija, que nuestras sociedades publicitan como felicidad”. Ante la pregunta de ¿cuál será el supremo bien del hombre?, De Brasi recuerda que “La Ética a Nicómaco responde: la eudemonía; una felicidad provista de bienes y que los sobrepasa hacia una finalidad sin fin, es decir, por un movimiento hacia un logro imposible. Ese logro imposible motor de la búsqueda, es el bien más perfecto del hombre que implica un trasiego, una actividad (ergon) propia del alma (psúje), de ese ‘soplo vital’ que nos anima”.

No hay fórmulas para la felicidad porque no hay felicidad como cosa, estado de bienestar, meta alcanzada; la felicidad, sin embargo, se puede buscar no como fin, sino como pulso imperceptible de lo que acontece porque sí: como vida sin causa.

32.
De Brasi recupera la ética de la deliberación, sus tensiones con la elección y el teatro de la decisión. Retoma la pregunta de cómo cada uno llega a ser el que es. El ser es un problema: cada cual debe enfrentar el desafío de llegar a ser lo que va siendo. No se es, se elige ser o no ser quién se está siendo. Antes de la decisión no se es nada. Afirma De Brasi una idea que tiene consonancias sartreanas. “Para los estoicos, Aristóteles y un gran número de contemporáneos, la elección es lo que hace que un hombre sea lo que va siendo, donde lo que uno es se podría apreciar recién desde el final. Debo hacerme lo que soy. Esta es la realización no apriorística del hombre virtuoso como tal. Así, ‘elección’ y ‘decisión’ son los componentes constitutivos del acto de ‘ser hombre’”. A lo que enseguida agrega que la elección y la decisión, en Aristóteles, no se ejercen sin el deseo que las impulsa.

Ser lo que va siendo o hacerme lo que soy son enunciados de la determinación como arrojo de quién se abisma a lo que sabe y no sabe de sí: salto sin red, pero no como audacia que desafía un peligro, sino como abandono de lo idéntico, decisión de no impedirse el devenir.

33.
Explora, en los márgenes de la filosofía, posiciones de la medicina clásica griega sobre la cuestión de la causalidad. Recuerda que Hipócrates se auxilia en una semiología médica que supone que los fenómenos patológicos son signos que aluden a causas ocultas.

34.
El sentido común es un sistema de certezas que protege y auxilia, De Brasi, que practica el abandono de esos lugares seguros, vive en el desamparo.

35.
En medio de respetuosas discrepancias con Deleuze que abarcan fuentes y puntualizaciones del pensamiento de los estoicos, De Brasi escribe: “Había subrayado que la mayoría de los pensadores antiguos aceptaba que los cuerpos debían su composición a las mezclas, porosidades, fusiones, cavernas que serpenteaban bajo la perceptible solidez, compenetraciones y fisuras que habitaban en el núcleo de lo compacto mismo. Y eso ocurría por la modulación que ejercía un incorporal por excelencia: el vacío”. Si la causalidad pretende llenar el vacío con sus explicaciones, la determinación no se frustra por lo que resta no explicado, no causado, y no todo determinado: “la determinación es básicamente incompleta”.

36.
En otro momento señala cómo los estoicos no se interesan por las proposiciones formadas por sujeto y predicado, a la vez que prefieren composiciones de sujeto y verbo. Escribe: “De esa forma generan una doble evitación: los juicios ya no deben recurrir a la cópula ‘es’ ni expresan una propiedad común (un cuerpo es caliente) sino un acontecer (un cuerpo se calienta). Así, bajo esta modalidad, el acontecimiento deviene expresable. Y, en un ejemplo, parafraseado sin cesar, no se debería decir ‘el árbol es verde’, sino ‘el árbol verdea’”.

La cópula procura ligar o unir lo que concibe separado o desunido, los verbos ser y estar sólo piensan en vincular a un sujeto con su atributo: el árbol es verde asigna una cualidad al árbol, fija el orden de un enunciado; mientras el árbol verdea transforma el atributo en verbo, verdear no es sólo tender al verde sino acontecer lo verde, potencia que estalla en el devenir árbol verdeante, sin necesidad de unión ni ligadura alguna.

37.
Escribe enseguida sobre esa desatribución que los estoicos todavía arrastran entre nosotros: “Converge la continuidad material de las cosas, sus atributos con el devenir y procesamiento de los verbos que roturan el campo del pensamiento. El lenguaje ya y para siempre quedará imposibilitado de cerrarse sobre sí mismo, así como las cosas sobre sus ojos ciegos e impenetrables”.

Si hubiera algo así como un manifiesto ético del pensamiento sutil diría: La vida no debe detenerse y, ahora, agregaría: El lenguaje ya y para siempre quedará imposibilitado de cerrarse sobre sí mismo.

38.
De Brasi intenta liberar al futuro de su punto final, desprenderse de la idea de origen como algo dado de una vez y para siempre, discutir cualquier tipo de unificación por imperceptible que sea. Como anotó en el texto anterior de la trilogía: “…mostrar el caldero en donde hierve la imposibilidad de un proceso unificado”. Las ideas de que una cosa es así por algo (infección de la causalidad) o de que algo es así para siempre (infección del destino) son microorganismos que enferman al deseo de pensar otro mundo.

39.
Escribe: “Hemos llegado, mediante una crítica radical de la causalidad, a limitar sus aspiraciones globalizadoras, a desenmascarar su unificación carcelaria que introduce en diversos modos de explicación, interpretación, legalización o determinación de los acontecimientos que penetran en la materia de los actos éticos, estéticos, políticos y las producciones conceptuales”.

De Brasi advierte que la mejor manera de prevenir el reinado de la causalidad es alojarla como una posibilidad de determinación más entre otros infinitos modos que la vida tiene de expresarse.

40.
Si antes de Deleuze y Guattari un rizoma era sólo un término que la botánica empleaba para nombrar a los tallos subterráneos con raíces y brotes foliáceos; antes de De Brasi la determinación sólo era una de las sentencias de la causalidad. Escribe: “Es así que las determinaciones, diversificados modos de afectación, van siendo determinantes según el régimen de acontecimientos con el que se conectan y desconectan a partir de rigurosas condiciones iniciales. (…) Los citados ‘modos de afectación’ son determinaciones explícitas e imperceptibles, pero no están originadas ‘por’ ni ‘para’, sino desplegados ‘entre’ un centelleo de virtualidades, un refrescante abanico de posibilidades, series concomitantes más acá de toda articulación, contactos reunitivos y disipativos, plegamientos incalculables, etc. Ellos instauran modos peculiares de elucidación y determinación que no preexisten ni están preestablecidos en ninguna estructura o espacio de referencia, sino existen con sus cadencias, velocidades, fugaciones y coagulaciones; en formas de vida singulares, en adscripciones poéticas, inscripciones políticas, asunciones éticas; en la crítica a la estatización reinante, en la necesidad de impulsar otros tipos de sensibilidad, de festejar el acto creativo, de rechazar el acto consumado, de potenciar la vida sin idealizar sus dones”.

El pensamiento sutil no sólo es una manera de escribir: el estilo aquí es la astucia barthesiana de decir con el lenguaje aún lo que la lengua impide decir. La singularidad de un escritor puede buscarse en sus cadencias únicas, en sus movimientos más irregulares, en sus tonos irreproducibles y en su deformante forma de conjugar el dolor y la alegría del mundo que lo convoca sin llamarlo.

41.
Escribe De Brasi a continuación de la cita anterior: “si algo tiene en común ‘todo’ lo designado es lo ‘abierto’ y que todo está dado al mundo para ser transformado. He ahí la única ‘ilusión’ que ofrecen las perspectivas de estos regímenes de determinaciones rizomáticas en que nos situamos durante las intervenciones grupales o institucionales específicas”.

42.
Admira en los escritos de Nietzsche sus operaciones de desfondamiento, las desatribuciones de las supuestas sustancias en las ideas de hombre, sujeto, yo, voluntad. Escribe: “El concepto de devenir en Nietzsche no dice otra cosa que el ‘ser’, pero otra cosa totalmente distinta al ‘ser’, que es una interpretación sustancialista incrustada en el lenguaje”.

43.
En La problemática de la subjetividad. Un ensayo. Una conversación declaraba que escribir era una especie de “resistencia activa a convertir la vida en destino, a metamorfosear un soplo en palabra sagrada”.

44.
A esta altura, el manifiesto ético del pensamiento sutil diría: La vida no debe detenerse. El lenguaje ya y para siempre quedará imposibilitado de cerrarse sobre sí mismo. Impulsar otros tipos de sensibilidad. Aliviar a las ideas del lastre de las sustancias imperiales. Todo está dado al mundo para ser transformado. (Los imperativos y sentencias serían aquí furiosos golpes de un instante).

45.
En Flechas de Pensamiento. Verdinales y meditaciones (en preparación), dice: “He sufrido todo tipo de exilio, político, cultural, grupal, violento, incomprensible, desmesurado. He pasado y resistido, no sin cierto dolor sosegado, en varios lugares. Pero jamás he sido subyugado por el verdadero exilio, el más lacerante, el de mi lengua. De su geografía nadie pudo alejarme”.

¿Cuál es la lengua De Brasi? ¿El castellano que se habla en Buenos Aires? ¿El que arrastra las eses, dice che y se permite enunciar que lo que mata es la humedad? Tras aclarar que no se trata de agregar otro dualismo (terminado/desterminado), se pregunta si la de(s)terminación es una noción o un concepto (interrogante que había echado a rodar en La monarquía causal). Escribe: “Llegados a este punto percibimos que la desterminación no juega en el baldío de las nociones ni en el dominio de los conceptos. ¿Lo haría en ambos conjuntando territorios? (…) En este punto es la desterminación la que empuja el nombre propio de su región experiencial: el nocepto”.

Quien vive en su lengua deja delirar a las palabras, prueba aleaciones impuras, desliza vocablos, trama acoplamientos, sitúa lo intraducible. Si las invenciones de un escritor provocan pensamientos o acompañan sus desencadenados ímpetus, esa sutileza del lenguaje se llama filosofía.

46.
En Subjetividad, grupalidad, identificaciones (1990), De Brasi -a la vez que alertaba sobre las fuerzas siniestras de la homogeneidad y la uniformidad- lanzaba una pregunta que siempre retoma: “¿Cuál será el monto de ‘singularización’ que soporta cada entramado social-histórico?”.

47.
Una cita más que es la pista de las pistas. Respecto de la crítica de la representación escribe: “Es irrebatible que la vida cotidiana, las realizaciones artísticas, los procesos de conocimiento, las exigencias de la comunicación, etc., las requieren con urgencia y es imposible moverse sin ellas. Pero lo que aquí se apunta no se refiere al ‘sin ellas’, sino a la reducción habitual del ‘sólo con ellas’ que abunda en los distintos campos y disciplinas debidamente representados por sus objetos de estudio, sus métodos de abordaje y sus legiones de expertos”.

48.
El relato de Borges Avatares de la tortuga (1932) termina así: “Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso”.


Marcelo Percia
Buenos Aires, julio de 2010.




[1] Un esparcidor suele entenderse con el viento: las pistas De Brasi no llevan a un sitio, indican el no lugar en el que habita el deseo.
[2] Junto a La explosión del sujeto. Acontecer de las masas y desfondamiento subjetivo en Freud (Tercera edición corregida y ampliada). EPBCN Ediciones y Mesa Editorial, Buenos Aires, 2008 y La problemática de la subjetividad. Un ensayo, una conversación. EPBCN Ediciones y Mesa Editorial, Buenos Aires, 2007.
[3] El juego de la letra en la de(s)terminación recuerda al de la differ(a)nce en el conocido texto de Derrida. De Brasi escribe indistintamente desterminación y de(s)terminación. En el curso de este artículo, cada vez que aparece el vocablo determinación a secas, se verá, esta ya contaminado por los influjos de la desterminación.

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