Pensar lo grupal y lo neutro puede
hacerse tanto como un recorrido del pensamiento por una teoría o como una
entrada política a modo de cuestionamiento de las formas de producción de
discursos y de las prácticas en la clínica. En esta última línea lo grupal
aparece como una fragmentación necesaria de la teoría, rompiendo así con la
idea de unidad (los grupos no son sino que lo grupal implica) y
presentándolo como parte de un todo inacabado que jamás puede alcanzarse donde
el foco pasa a estar puesto en los múltiples atravesamientos que subyacen a las situaciones donde se da el
“estar juntos”.
Recorrido de un camino donde no hay señalas que
indiquen cómo transitarlo pero sí hay
pistas para llegar a un destino posible. Así la idea de pasadizo nos
permite pensar estos términos como fuga de lo pantanoso de los grupos
(desujetarse de los lugares fijos, los roles fijos, las funciones fijas que nos
vuelven a insertar en el pensamiento dominado por la lógica de la identidad);
porque en ese pasaje hay algo más que lo primero que la idea de fuga llevaría a
pensar en relación al escape, y eso tiene que ver con que el pasadizo y la fuga
implican una resistencia a las definiciones que fijan, a los discursos
que clausuran, a las representaciones que atan y no sueltan.
Siguiendo un rumbo parecido al nuestro, Juan Carlos
De Brasi propone la idea de la desterminación como una ruptura de la
díada causa-efecto, como un campo de problemáticas que implica multiplicidad de
procesos que se ponen en juego, como una llamada a resignar el lugar de
control, como una idea liberadora que nos permite ver que más allá de que
tengamos la ilusión de que sabemos o entendemos o controlamos o captamos todo,
siempre hay un “algo más” que nos quedó por fuera.
¿Cómo evitar el poder que duerme en la gramática?
Uno no estaría errado si pensara que la idea de lo
neutro viene a ofrecerse como artificio de respuesta para una pregunta
que podría ser formulada en los términos arriba expresados, como ardid
que posibilita la puesta en marcha de un movimiento de deconstrucción que no
casualmente parte de lo gramatical del “lo”, disruptivo que crea un
espaciamiento de incertidumbre, que propicia el anonimato para dar lugar y
preponderancia a lo que puede suceder, que moviliza devenires que permiten
diferir de sí.
¿Qué es lo pensable?, ¿qué lugar le damos?
Lo pensable se presenta como aquello a lo que
le damos la probabilidad de existencia, como una incomodidad que implica,
nuevamente, un movimiento que aunque molesta, nos cambia de lugar o, al menos,
conmueve los lugares comunes sobre los cuales nos paramos. Lo pensable invita a
apelar a ese “resto” que aún no ha sido explorado, que no se sabe si alguna vez
será pero sí se celebra que lata como posible en las cercanías, aunque desconocido,
como posibilidad inconmensurable de una infinidad de enunciados que pueden
convivir en simultaneidad y que se animarían a advenir si se los fuera a
recibir, quizás todo sea una cuestión de animarse.
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