Escribe Percia: "...La inconformidad que no obra, engendra pestilencia; la angustia que no se habita, extiende el desierto...."
De todos aquellos nombres propios
escuchados y oídos había uno que volvía como un eco en mi cabeza, ese nombre
era el de un médico, docente e investigador: Rene favaloro. Él era el
significado para cada una de las palabras y sentires de aquella clase. Estado,
salud, burocracia, salud mental, instituciones, medico, paciente, poder,
consultorio, política, todas ellas se entrelazaban.
¿Qué había pasado con favaloro?
La institución con la que estuvo
involucrado la mayor parte de su vida estaba siendo devorada, tragada por el
gran monstruo de la indiferencia.
Indiferencia que se alojaba en todos y todo. Indiferencia que coacto desde
lo económico, indiferencia que adhirió al consenso, indiferencia que actuó
silenciosamente, indiferencia que es poder, indiferencia que mató.
Fue la pasión por esta profesión lo que lo
adentro en la misma melancolía. Dueño de todo y nada que descubrió que la institución permanecía en pie no por el equipo medico, pacientes o
voluntarios sino que permanecía en pie porque otra cosa lo determinaba.
No había posesión, Favaloro no poseía nada,
era un despojado y se había dado cuenta.
Cuerpo tomado por el talento y prestigio, cuerpo que aun angustiado no calmó.
Melancolía que tomo un cuerpo. Existencia que con certeza ha creído
haberse adueñado de lo que nunca ha tenido, que ha resignado su búsqueda, que
desalojo su propio deseo, que se ha conformado con su muerte.
No me quiero confundir, pero creo que lo
que ha significado su conformidad ha sido efectivamente la misma que la del
capitalismo. Tu muerte ha alimentado al sistema.
Angustia la que sobrepobló su cuerpo,
encontró en la corrupción de la burocracia estatal su angustia. Extasiado hasta
el hartazgo. Profeta del inconformismo como es que su existencia termino
insatisfecha?
Inconformidad que obro y aun así engendro
pestilencia. Obró y aun así no obtuvo resultados.
La situación comenzó a ser desbordante para
un solo cuerpo. El destino para este cuerpo inmaduro era trágico pues no supo
aguardar mas tiempo en soledad, era demasiado para un cuerpo que aun no se
había puesto tierno.
Quizá su mayor obra fue su destino.
¿Significo mas su muerte que su propia existencia?
Favaloro obraba, obraba de la manera que
creía correcta y sin embargo había algo que seguía generando pestilencia. Esa
pestilencia era la de algo mezclado, condensado que al mismo tiempo generaba
tensiones y descargaba su fuerza en la institución. Eran las pujas del poder,
era la lucha librada, y en el medio la institución y su mas fiel representante.
Esto le paso a un hombre que se apego
demasiado.
Sus palabras eran el silencio . Mas hablaba, mas se hundía en el silencio, callar nunca resulto tan estridente.
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